«Sanas Palabras» 21 de junio
21 de junio
Es una brigada compuesta por 38 hombres, y casi todos, o todos, podría decir, somos padres e hijos. No puedo imaginar cómo celebró la brigada cubana en Jamaica el Día de las Madres, porque de sus 140 integrantes, 97 son mujeres; o en Granada, donde las cinco cooperantes enviadas también lo son.
No es que la paternidad o la maternidad sean requisitos para la felicidad, o que no existan malos padres, de uno u otro sexo, ni hombres y mujeres que lo son sin serlo biológicamente. Los lazos familiares en Cuba son fuertes, y los hijos que parimos o criamos o simplemente amamos, son nuestra esperanza, nuestra razón de ser. Cuando marchamos, también lo hacemos por ellos. Es una ausencia que se transforma en presencia, y enrumba sus vidas. Nada material puede retribuir la ausencia de un padre o de una madre; un hijo la acepta solo desde el orgullo, desde la comprensión de su significado moral. Fue la única y la enorme herencia que recibió el hijo de Martí, y también los hijos del Che, y los de nuestros cinco héroes. Tomo la cuerda de los ejemplos por sus extremos, para tensarla.
He visto a mis compañeros hoy deambular de un lado al otro; hablan alto, gesticulan, y a veces, se les adelgaza la voz hasta hacerse inaudible o se les quiebra, y queda suspendida en la última palabra, partida a la mitad. Si no tuviesen en sus manos un celular, los creería locos. Un poco lo son. Eso me dijo mi hijo, y supe que había recibido bien el mensaje de nuestra ausencia: “siempre orgulloso de ti”, escribió y todo el orgullo del universo cupo en mi corazón. Porque el orgullo puede compartirse, multiplicarse. Nunca es patrimonio de una única persona. Y yo, rodeado de gente sencilla, que hace lo que otros no podemos, salvar vidas, sin creer que hacen gran cosa, pero sin cejar, ni ceder en el empeño.
Hoy sucedió. Una anciana casi muere, se abalanzaron sobre ella, la rescataron, pelearon cuerpo a cuerpo con la muerte. Alguien comentó: “su hijo dice que la dejen morir”. Y se enfrentaron al que así hablaba. De pronto, a pesar de la diferencia de edad, se convirtieron en los hijos de la anciana, y en sus padres también, ellos, que vienen de una isla lejana. Esos hombres a los que acompaño, se transforman en padres de desconocidos. Van salvando hijos por doquier. ¿Qué puedo decirte, hijo mío? Mira a tu alrededor, mira a mi alrededor. La vida está llena de padres, no todos han gestado a una mujer.

María Isabel Polanco, o mejor, Mary o Maribel, como todos le dicen, una cubana de Granma que vive en Italia. (Nota del autor.)

“Un pedacito de Cuba” el Día de los padres.
Hoy María Isabel Polanco, o mejor, Mary o Maribel, como todos le dicen, una cubana de Granma que vive en Italia desde hace 24 años, trajo comida de la tierra, hecha con sus manos: potaje de frijoles, arroz congrí, carne de cerdo, yuca, mariquitas, chicharrones… Quiso tener un gesto de cubana con la brigada de sus coterráneos. Si no me dice el tiempo que lleva en este país, hubiese creído que fue ayer que se bajó del avión. “Quería traerles un pedacito de Cuba; cuando leí que estaban aquí, me dije, ay, van a estar el Día de los Padres, y le dije a mi marido: voy a prepararles una buena comida. Se me erizaban los pelos cuando los vi en el aeropuerto por televisión. Nadie se lo espera ¿no?, que a un país capitalista desarrollado vengan médicos de un país socialista subdesarrollado, es duro. Me hizo sentir orgullosa. Vine enseguida hasta aquí a verlos, pero no se podía al principio, y dejé el recado: saludo a los médicos cubanos, díganles que yo soy cubana también.”
Enrique Ubieta