Volver a Clara Porset (I)
Por Jorge R. Bermúdez *
I
La Primera Bienal de Diseño de La Habana (2016), tuvo el acierto de inaugurarse con una exposición en Factoría Habana dedicada a Clara Porset Dumas. Para no pocos de los visitantes, el nombre y la obra de esta pionera del diseño industrial latinoamericano fue una revelación. Para mí también, hace ya más de cuarenta años cuando, llevado por mi interés en la obra gráfica y editorial de Conrado W. Massaguer ―otro de nuestros conocidos olvidados―, al hojear las páginas de su emblemática revista Social, de enero de 1930, di con la siguiente nota: “Desde este número reanuda su colaboración la señorita Porset, que desde París ha venido contribuyendo a nuestra sección de modas. Esta vez nuestra paisana, maestra ya en decorado interior, seguirá la labor que con tanto éxito realizó la señora Martínez Márquez”.[1] Finalmente, la lectura de sus artículos en Social, no solo sería la confirmación de lo avizorado con anterioridad, sino un testimonio invaluable de su condición de portadora de un nuevo ideal de diseño, el cual la identificaría con el pensamiento más avanzado en este campo en el mundo desarrollado de su tiempo. En el 40 aniversario de su partida física, ocurrida el 17 de mayo de 1981, en Ciudad México, nada más oportuno y necesario en estos tiempos de pandemia, que volver a Clara, ejemplo de voluntad creadora a favor de la sociedad y de la vida.

Clara Porset. Foto: Archivo ONDi.
II
Clara María del Carmen Magdalena Porset y Dumas nace en la ciudad de Matanzas, el 25 de mayo de 1895, justo a tres meses de iniciarse la tercera guerra que librarían los cubanos por alcanzar su independencia de la metrópoli colonial. Fueron sus padres “don Adolfo Porset e Iriarte, natural de Bilbao, Vizcaya, dedicado al ramo del comercio, y doña Clara del Rosario Dumas y Franco, natural de Cienfuegos, provincia de Santa Clara”.[2] [3] Después de La Habana, Matanzas se presentaba como el segundo puerto exportador de azúcar a nivel mundial, a más de constituir un centro cultural y literario de primer orden, gestor de un sentimiento patriótico desde mediados de siglo, que se tradujo en un número de conspiraciones independentistas contra el régimen colonial. Tan prometedor contexto económico y cultural le permitió a Adolfo Porset, “dedicado al ramo del comercio”, darle un bienestar material a su familia, del cual sacó el mayor provecho Clarita.
En 1914, con diecinueve años viaja a los Estados Unidos para realizar estudios secundarios en la Manhattanville Academy de Nueva York. regresa a Cuba en 1918. Mas, su condición de mujer e inclinación hacia las artes, no se avienen del todo con el ambiente familiar y provinciano de su Matanzas natal. Su búsqueda vocacional apenas comienza. En 1925 hace un segundo viaje a Nueva York, donde cursa el Bachillerato en Artes en la Universidad de Columbia. Sin embargo, la prestigiosa institución no colmó sus expectativas. La Cuba a la que regresa en esta ocasión, no es del todo la misma de siete años atrás. Al menos en La Habana, las tertulias literarias animan el ambiente intelectual, tal y como sucedía en otras capitales de Latinoamérica. La revista Social, fundada en 1916 por el caricaturista y periodista Conrado W. Massaguer, por entonces, es una de las más importantes del ámbito mediático hispanoamericano. Desde 1923 también es órgano del primer movimiento literario de vanguardia del país, el Minorismo, en el que figuran jóvenes escritores y poetas de la talla de Jorge Mañach, Juan Marinello, Rubén Martínez Villena y José Zacarías Tallet.[4] Su diseño gráfico y despliegue fotográfico e ilustrativo se homologan con la calidad de sus artículos, los que asumen los más variados temas de actualidad nacional e internacional relacionados con la literatura, la historia, el arte, el deporte, las modas y el diseño de interiores, entre otros.
III
Como en otras épocas, tal estado de bienestar material entre los miembros de la burguesía se expresará por un nuevo auge constructivo, que repoblará de residencias aún más lujosas la entonces exclusiva barriada del Vedado, algunas de las cuales, entre las más notables, asumirán los últimos estilos en boga en Europa, en particular, el llamado art déco. Este es el caso de la residencia de Paseo 406, primera del país en introducir en su diseño de interiores el citado estilo. [5]
Y, por supuesto, parte de este diseño estuvo a cargo de la señorita Clara Porset Dumas, a sus treinta años aún más desprejuiciada que de costumbre e igual de receptiva al novísimo estilo decorativo. No obstante, a mediados del veinte y en plena etapa formativa, Clarita tomará del art déco lo que de racionalismo tendría su reacción al art nouveau, en el entendido de que fue más un estilo decorativo internacional que un movimiento de diseño. Así se pondrá de manifiesto en un número de fotos de la época hechas al mobiliario de los dormitorios de Juan Pedro y Catalina (dormían en cuartos separados). En tales testimonios fotográficos se observa el estilo algo racionalista dominante en el mobiliario, puesto de manifiesto en la casi ausencia de motivos adjetivados u ornamentales. Mientras que, en el diseño de las camas, elimina los ángulos rectos tan caros al art déco, al redondear las esquinas para evitar o atenuar los molestos golpes en rodillas y piernas.
Sin embargo, más que la regla, el antedicho diseño fue la excepción. Su interés en este contexto proyectual ya no estaba en sintonía con el gusto dominante en la burguesía cubana de entonces. Por otra parte, ella estaba consciente de que su formación como diseñadora apenas había comenzado. Las nuevas ideas que al respecto empezaban a divulgarse en relación con las propuestas de las vanguardias artísticas y de diseño de los veinte, no le eran ajenas. A La Habana llegaba la mejor literatura sobre el tema por intermedio de las revistas importadas de Norteamérica y Europa, a las que se sumaba con nuevos ímpetus la citada Social. Mientras que la radicalización de su pensamiento político ─el cual iba a la par del estético─ en correspondencia con los movimientos y cambios que en tal sentido se producían a nivel nacional e internacional, la inclinaba cada vez más por un arte ─llamémoslo así, por ahora─ al servicio de las grandes tareas sociales del momento. Ser cubano ─en cualquier tiempo─, es un destino… Y el suyo, por entonces, quedó para siempre definido.

Comedor diseñado por Clara Porset. Foto: Archivo ONDi.
IV
Hacia 1928 está Clara en la Ciudad Luz, por entonces, centro de todos los debates y experiencias que acarrea consigo el arte de vanguardia. Admiradora incondicional de su época, a la que indistintamente llama “siglo admirable” y “potente espíritu nuevo”, tales propuestas vanguardistas no solo le abrirán las puertas a novedosas poéticas plásticas y gráficas, sino también a formas de expresión inspiradas en culturas hasta entonces tenidas por exóticas, cuando no marginadas por la cultura oficial durante siglos de colonialismo y neocolonialismo. Más que un contacto, tal experiencia fue un reencuentro consigo misma, proyectándole nueva luz a su búsqueda vocacional y a su condición de cubana y latinoamericana, como bien se pondría de manifiesto años después, al estudiar las manifestaciones del arte prehispánico y colonial de México y Cuba. Estas motivaciones y lo propicio del contexto cultural en que se manifiestan, la llevarían a matricular un curso de Estética en La Sorbona, de Arquitectura e Historia del Arte en la Escuela Nacional de Arquitectura de París y de Diseño de Muebles e Interiores en el taller práctico del arquitecto Henri Rapin. Estudios que ya apuntan a una vocación relacionada con la utilidad práctica de la belleza, que sin desatender lo nuevo y lo propio, aún transitaba por cauces ortodoxos cuando no inciertos. La búsqueda continuará por diferentes países de Europa, hasta dar con la Bauhaus.
Su encuentro con esta institución docente, única en su tipo entonces, devino verdadero hallazgo, al comprender que era justo lo que había buscado durante años. Lamentablemente, ello ocurre en el período de mayor crisis de la Bauhaus, cuando a la dirección apolítica de Walter Gropius, ya inoperante ante la agresividad de las autoridades nazis, le sigue la de Hannes Meyer, de ideas socialistas. Situación que concluirá con el arresto de Meyer y el traslado de la Bauhaus de Dessau a Berlín, en 1932, donde cerrará sus puertas definitivamente, bajo la acusación de “centro del arte degenerado y nido de bolcheviques”. A este arte que los nazis llamaron “degenerado”, Clara le dedicará su vida.

Clara Porset y el maestro ebanista que dirigía la construcción de sus muebles. Foto: Archivo ONDi.
V
A principios de 1930 regresa Clara Porset a Cuba. En esta ocasión llega con una vocación definida: servir a la patria en una de las actividades más novedosamente antiguas de la humanidad: el diseño de muebles y de interiores. Para ello establece oficina en el recién construido edificio América, en calle N, entre Jovellar y 27, en el Vedado. En el caso de Cuba, incluso, podría considerarse ambas actividades revolucionarias, si atendemos a que ya es un diseño orientado hacia la producción industrial en una sociedad con una base productiva agraria, es decir, manual. Clara no pasó por alto estas particularidades de la profesión ni del medio donde iba a insertarse profesionalmente. La premura con que asume su actividad teórica y de divulgación de las nuevas tendencias del diseño industrial y gráfico, es la mejor evidencia de esta certeza. Y ello se pondrá de manifiesto desde su llegada al país, cuando inicia sus colaboraciones con la revista Social. El otro paso lo dará con el trabajo de tesis titulado La decoración interior: su adaptación al trópico, leído en el Auditorium de La Habana, el 22 de mayo de 1931. En el mismo se declara contraria al término “decoración interior”, por ser irreconciliable con “el espíritu contemporáneo”, y propone uno más exacto: diseño de interiores, en razón de que no ve en dicha actividad un fin decorativo, sino una cuestión de “perfección de formas y de relación de masas”.[6] Y más adelante expresa: “El empleo de elementos cuyo fin utilitario se deriva lógicamente del material. Su base es el respeto a las leyes de la materia y de la razón”.[7] Su aplicación al diseño de interiores y, por extensión, al mobiliario, “forma principal del interior, además de la estructural”, [8] le permitirá conciliar las más avanzadas propuestas del diseño industrial internacional con arreglo a los valores funcionales y expresivos propios de un estilo de diseño regional. El mueble, al dejar de tener interés como unidad aislada, pasa a convertirse en parte integral del espacio arquitectónico.
En tanto, su producción teórica y divulgativa en Social, la cual transcurre entre 1930 y 1932, se presenta como un temprano antecedente de otra de las líneas de creación en la que también se destacaría Clara, cuando a imperativos de su trabajo y notoriedad, empieza a colaborar con revistas especializadas de arquitectura y diseño de relieve internacional. Sin obviar otra igual de importante, su vocación por el magisterio, profesión que en más de una oportunidad le permitió un posicionamiento profesional y el espacio inicial para desarrollar su actividad proyectual. La docencia y el diseño constituyeron para ella una unidad de sentido, en la medida en que la insertaba de manera orgánica en el campo investigativo de su profesión. No deja de ser sintomático que, a su labor periodística especializada en Social, donde se daría a conocer en el ámbito nacional e hispanoamericano como mujer conocedora del diseño más actualizado ─doble rareza en una sociedad subdesarrollada y regida por valores patriarcales─, le siguiera la propiamente proyectual, al asumir el amueblamiento de dos casas modelos para fraccionamientos del Banco Mendoza, a las que siguen otros trabajos de diseño en residencias, hospitales y clubes de La Habana. Por último, es pertinente señalar que ella también fue de las primeras teóricas en manejar términos y conceptos relativos al diseño industrial en nuestra lengua.
Con la crisis económica comienza la agitación social. La situación política empieza a tornarse crítica para el gobierno del dictador Gerardo Machado, quien recrudece la represión. Ante situación tan contraria a sus ideas de izquierda como a su propio desarrollo profesional y, tal vez, insatisfecha y hasta nostálgica por no haber sido del todo partícipe de una experiencia docente como la de la Bauhaus, Clara toma la decisión de escribirle a su exdirector, Walter Gropius, por entonces residente en Inglaterra. Gropius le sugiere relacionarse con otros profesores de la Bauhaus que, como él, optaron por continuar su labor docente y de diseño en el exilio, en diferentes instituciones europeas y estadounidenses.
En el Black Mountain College, en Carolina del Norte, imparte Josef Albers, prominente bauhausler, un curso de diseño básico según la experiencia del vorkurs (curso básico) que él había contribuido a perfeccionar sobre la base de “la objetividad técnica y la economía en el uso de los materiales”. [9] Si atendemos al interés que entre los artistas del op art y toda la abstracción pos pictórica despertó la obra docente y de creación de Albers décadas después, y que un artista pop de la talla de Robert Rauschenberg lo considerara el maestro más importante que tuvo, es de comprender que el curso en el que matriculará Clarita a sugerencia de Gropius, fuera a nivel teórico y práctico uno de los más avanzados de la época. En consecuencia, su exilio voluntario será el camino que la lleve, por tercera vez, a los Estados Unidos, aunque en esta ocasión con un objetivo muy preciso: su presencia en el citado curso de Albers. El resultado fue más que positivo; no solo le propició un saber para un hacer más actualizado, sino también una relación profesional con Albers que se prolongaría a través de los años.
Aprovechó su estancia para relacionarse con otros exiliados cubanos como Conrado W. Massaguer y Eduardo Chibás.[10] Asimismo, continúa sus colaboraciones con Social, teniendo gran destaque los artículos relacionados con su nueva experiencia sobre el diseño de interiores en Nueva York, que dicho sea de paso, no fue nada positiva. Así lo testimonia el artículo titulado Interiores norteamericanos. Los de ahora, del cual entresacamos los siguientes párrafos: “Es curioso observar la poca comprensión que demuestra tener los Estados Unidos del funcionalismo en el interior ─y eso a pesar de haber creado los fantásticos rascacielos, tipo por excelencia de arquitectura funcional─. Nueva York es posiblemente la ciudad donde más atrocidades pueden verse en interiores contemporáneos, llamados generalmente modernistas. Inspirados en las decoraciones de la Exposición de 1925 en París ─y tememos que en lo peor de ella─ dan la nota de vulgar ostentación y bizarría galante.” Y concluye la Porset: “No hay sobriedad en ellos ni simplicidad sincera.”[11] Criterios que ponen de manifiesto la interacción que desde muy joven estableció Clarita entre ideología y diseño, en comprensión de la proyección social que la profesión elegida tenía con un proyecto de vida más consecuente con las necesidades materiales y espirituales de las clases desposeídas y mayoritarias de la sociedad.
VI
La caída del régimen dictatorial de Machado, en agosto de 1933, trajo de vuelta a Clara. En franco reconocimiento a su conocimiento y labor divulgativa en el campo del diseño, es nombrada directora de la Escuela Técnico Industrial Fundación “Rosalía Abreu” de Rancho Boyeros, donde asume la Cátedra de Arte Industrial. Se relaciona con intelectuales de izquierda como Mirta Aguirre, Nicolás Guillén, José Antonio Portuondo y Juan Marinello, con quien establece una amistad que perduraría toda la vida. En su nueva condición de directora, invita a Josef Albers a visitar Cuba. Lo cual hará el ilustre profesor y diseñador al año siguiente, impartiendo conferencias en el Lyceum de La Habana y recorriendo la parte colonial de la ciudad en compañía de Clara. Varias fotos dan testimonio de estas visitas mañaneras a La Habana Vieja. Mientras que, por intermedio de Juan Marinello, Clara lleva a sus alumnas al estudio del destacado ilustrador publicitario Jaime Valls, con el propósito de que este le hiciera una demostración objetiva del arte comercial e industrial aplicado.[12]
No obstante, la inestabilidad política y social continúa. Realidad que terminaría por conjugarse con su responsabilidad docente e intereses profesionales, al corroborar en la práctica la existencia de un sistema educacional todavía inoperante para implantar programas de estudio relacionados con los objetivos de su novedoso perfil profesional. Ante la complejidad de la situación, Clarita, una vez más, se sentirá incentivada a buscar nuevos horizontes. La situación política en Europa, por esta vez, no es nada halagüeña. El auge del fascismo italiano y del nazismo en Alemania, anticipan una política golpista e interventora que daría al traste con la República española.[13] Al igual que en otros momentos de la historia cubana, México parece presentarse como la opción más atractiva en términos culturales, a más de su cercanía geográfica a Cuba. Y hacia la nación azteca dirigirá su mirada Clara Porset, en razón de una labor investigativa, docente y de diseño que ya no era del todo desconocida en los círculos académicos de la región.

Parte de los Muebles Ganadores de la medalla de plata de la Trienal de Milán de 1957. Foto: Archivo ONDi.
*Ensayista, poeta e historiador del arte
[1] Jorge R. Bermúdez. Clara Porset: diseño y cultura. Editorial Letras Cubanas, La Habana, 2005, p. 22.
[2]. Partida de Bautismo. Libro 13, folio 120, numero 328. Archivo de la iglesia San Juan Bautista de Pueblo Nuevo, provincia y diócesis de Matanzas, Cuba.
[3]. La ciudad de Cienfuegos fue fundada por los franceses otrora residentes en Nueva Orleans, cuando la Luisiana fue vendida por Napoleón I al gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica. De ahí la paternidad francesa de la madre de Clara.
[4] Ver: Jorge R. Bermúdez. “Massaguer: República y Vanguardia”, Editorial La Memoria, Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau, La Habana, 2011.
[5] Para más información ver: Mario Coyula. Catalina. Ediciones UNIÓN, La Habana, 2013.
[6] Clara Porset. La decoración interior contemporánea: su adaptación al trópico. Ucar, García y Co., La Habana, 1931, p. 4.
[7] Ibíd. P. 9.
[8] Ibíd. p.15.
[9] Jorge R. Bermúdez. Introducción histórica al diseño industrial. Instituto Politécnico para el Diseño Industrial, La Habana, 1988, p. 28.
[10] Eduardo Chibás fue el fundador del Partido Ortodoxo Cubano, que aglutinó la vanguardia política cubana en la década del cuarenta del pasado siglo, y en cuyas filas se inició en la vida política del país el joven Fidel Castro Ruz.
[11] Jorge R. Bermúdez. Clara Porset: diseño y cultura. Ob. cit., p. 59.
[12]. Jaime Valls y Díaz nace el 23 de febrero de 1883 en Valls, Tarragona, España. Fue introductor de los códigos del art nouveau y el art decó en la ilustración publicitaria del período republicano cubano. Su trayectoria en la cultura visual cubana fue notable. Se hizo ciudadano cubano en 1927. Muere en La Habana, el 31 de octubre de 1955. Para más información ver: Jorge R. Bermúdez. Jaime Valls. Editorial Letras Cubanas, La Habana, 2015.
[13] En proporción con la cantidad de habitantes que por entonces tenía Cuba, fue el país que contribuyó con más hombres a la causa de la República española, su número se estima en más de mil combatientes. El dato también ilustra el contexto político y social que particularizó esta etapa de la vida cubana y, por consiguiente, la de Clara.
Fin de la primera parte
