8 mayo, 2020

Celia y el diseño industrial en Cuba

 

«Celia es una mujer que transformó el heroísmo en simiente para la belleza de cada día”.
Alejo Carpentier

Por MsC. Flor de Lis López Hernández y Gladys Bidot Peláez *

En el barrio habanero del Vedado hay una manzana enmarcada por las calles 11 y 13, paralelas al mar, y 10 y 12, paralelas al río Almendares, que destaca por la cantidad de árboles que allí crecen, ofreciendo al caminante su fresca sombra y sus frutos, entre ellos: aguacate, mango, canistel, níspero y caimito. Causa asombro ver cómo los niños caminan bajo las ramas de algunos, cargados de frutas por estos meses, sin hacer el ademán de tumbar ningún níspero o canistel, tal vez porque son prácticamente desconocidos para el paladar de los pequeños habaneros. Es probable que muchos desconozcan que fue Celia quien hizo sembrar todos esos árboles en el barrio donde residió (calle 11 No. 1107) desde 1959 hasta su temprano deceso en 1979.

Celia de los Desamparados Sánchez Manduley nació, hará cien años el 9 de mayo de 1920, en Media Luna, Manzanillo, antigua provincia de Oriente. Desde niña fue grande su afición a las plantas y en especial a las flores. Tanto en la casa de Media Luna como en la de Pilón, donde residió después, eran notables sus bellos jardines, cuidados con esmero por ella. Cuesta creer el testimonio de su preocupación, en plenas Sierra Maestra y lucha guerrillera, porque las construcciones del campamento se adaptaran, de manera armónica, al entorno agreste y tuvieran jardines con mantos y crotos traídos especialmente de su casa en Pilón. Y es que su personalidad humanista, decidida e infatigable, estuvo marcada también por un íntimo amor a la naturaleza, a la flora y la fauna del país, además de por un exquisito gusto y sensibilidad hacia lo bello.

Tal vez fue por esa razón que, desde el inicio de la Revolución y por veinte años, estuvo vinculada en cuerpo y alma a múltiples e importantes obras sociales en las cuales buen gusto, cubanía y diseño contemporáneo tuvieron un sello distintivo.

La historia del diseño en Cuba es un capítulo poco investigado y pendiente de escribir, sobre el tema existen estudios parciales y publicaciones dispersas; pero, con seguridad, cuando del asunto se trate habrá que dar un sitio especial a Celia. La periodista Virginia Alberdi, con motivo de la primera edición del Premio Nacional de Diseño en el año 2003, se refirió a ella con el calificativo de ángel, por todo su quehacer asociado a la belleza y al respeto de nuestra identidad, una mujer preocupada siempre por la educación y la mejoría de vida de cada cubano.

Desde el inicio de la Revolución y por veinte años, estuvo vinculada en cuerpo y alma a múltiples e importantes obras sociales en las cuales buen gusto, cubanía y diseño contemporáneo tuvieron un sello distintivo.

Al triunfo de la Revolución, junto a todos los cambios radicales producidos en los órdenes políticos, económico y social, se desarrollaron múltiples programas concebidos por Fidel y, en muchos casos, materializados por Celia, de ahí que popularmente estos se conocieran como “Los Planes de Celia”. A ellos se vincularon profesionales de talento, ya reconocidos por ese entonces y sensibilizados con la Revolución y con el imperativo de diseñar y producir con los materiales nacionales, evitando importaciones. Vale mencionar al arquitecto Antonio Quintana, quien estuvo al frente de la Comisión de Proyectos Turísticos de la Junta Central de Planificación (JUCEPLAN) y al diseñador Gonzalo Córdoba, quien también la integró.

Con su sensibilidad, su poder de decisión como secretaria de la Presidencia y el convencimiento de la importancia del arte y el diseño como vía para educar y elevar la calidad de vida del hombre, Celia se acercó a estos profesionales; tenía el objetivo de motivarlos a cambiar la visualidad imperante en ese entonces, de influencia foránea, proveniente de Estados Unidos y Europa. Entre 1959 y 1960 se construyeron diversos centros turísticos enfocados en valorizar las bellezas paisajísticas y recuperar los componentes de la cultura nacional, tanto en la arquitectura, el diseño de interiores, como en el mobiliario; momento en el que se recupera el trabajo con maderas cubanas duras, cuero natural y rejilla.

En el propio 1959, al calor de las conversaciones durante la cena de nochebuena de Fidel con un grupo de carboneros de la Ciénaga de Zapata y sus familiares, surge la idea de una de las primeras grandes obras de los planes mencionados: el centro turístico de Guamá, en la laguna del Tesoro, como parte del conjunto de proyectos relacionados con el desarrollo de la zona. Celia se hizo cargo de que la obra se ejecutara y mantuviera las características con las que fue concebida.

Centro turístico de Guamá.

Aunque ya ella había adquirido alguna experiencia en la ejecución de proyectos que se salían de lo común, como las cabañas en los árboles del parque de La Güira, en Pinar del Río, la obra de Guamá era mucho más compleja. El proyecto se le encargó al arquitecto Mario Girona, y contemplaba la construcción de cabañas espaciosas en la laguna, dos restoranes y otras instalaciones para los visitantes y trabajadores del centro, una aldea taína con figuras escultóricas, un museo y un taller de cerámica. Todas estas construcciones de madera rústica y techos de guano debían tener características muy definidas y homogéneas, así como la aldea taína encomendada por ella a la escultora Rita Longa.

En ocasión de celebrarse, en 1960 en La Habana, un congreso internacional de arquitectos, Fidel propone construir, en la céntrica esquina de L y23 una heladería gigante capaz de acomodar a mil personas, que serviría como centro de consumo de una nueva línea de helados de superior calidad y abundante variedad de sabores. De nuevo es Celia quien se hace cargo de la ejecución de la obra, al pie de la cual se mantuvo prácticamente los seis meses que demoró la construcción. Pero no solo se ocupó de esta parte: con su interés por cada detalle, estuvo atenta a la selección del personal que prestaría servicios en la heladería, al diseño y colores de los uniformes de trabajo de hombres y mujeres, a la vajilla que se utilizaría, a la presentación de los platos.

Con la idea de que creer en lo nuestro era fundamental, para crear lo nuestro, Celia se empeñó en recuperar oficios y tradiciones que corrían el riesgo de desaparecer en el país, para lo cual fundó talleres y escuelas. Al frente de estos colocó a profesionales de reconocido prestigio que compartían y apoyaban sus ideales y estaban al tanto de lo más avanzado del diseño internacional.

Entre los talleres creados por ella, singular importancia para los antecedentes del diseño tuvo el dirigido por Horacio Maggi, diseñador de muebles. Este se encargó de producir muebles y objetos para exportar y ambientar centros turísticos y otros comerciales para clientes extranjeros. Todo era realizado con materias primas nacionales como coco, güira, yarey, metal, tejidos, semillas, carey, polimitas. Algunos ejemplos son las luminarias realizadas con güiras caladas y fibras de vidrio, coloreadas a mano; el mobiliario de madera y fibras naturales y los asientos tallados directamente en el tronco de palma cortado en trozos transversales (de producción muy limitada por lo laborioso de su ejecución). Con estos últimos se amueblaron cabañas rústicas en Varadero, en los años sesenta del pasado siglo.

A Celia se debe la creación de la escuela de talla Clara Zetkin, donde matricularon mujeres, fundamentalmente. Allí se especializaban en el trabajo con la madera, para realizar objetos y muebles. Su formación fue muy completa, pues además se impartían clases de diseño, dibujo, perspectiva, ergonomía, decoración interior, historia del arte, entre otras asignaturas, las cuales contaban con experimentados diseñadores como el propio Maggi y renombrados artistas como Carmelo González.

Ante la situación de escasez de calzado, en 1969se encuentra la solución de realizarlos en plástico, para lo cual el país compra en Italia una fábrica de esta línea de producción. Celia supervisa este proyecto en los más mínimos detalles, desde el montaje mismo de la instalación hasta cada nuevo modelo o color. También medió en las gestiones para producir zapatos finos de piel, que condujeron a la aparición del calzado femenino Primor, de gran calidad, confort y diversidad de modelos. Impulsó igualmente la creación de zapatos ortopédicos y prótesis.

Personalmente diseñó o hizo diseñar los primeros uniformes femeninos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, así como los uniformes de los becarios: seleccionó los modelos, el tejido, y se ocupó de que fueran confeccionados con la funcionalidad y el buen gusto como guías.

En la moda y las formas de vestir del cubano también se hizo presente Celia. No es muy conocido que a ella se debe la introducción de la prenda de vestir masculina conocida como safari y que fuera tan popular en los años setenta. El safari sustituyó al tradicional traje como vestimenta elegante, pues era más fresco, ligero y económico, e igualmente idóneo para actividades donde se requería el uso de ropa más formal. Tal vez son menos los que conocen que su campaña para promover el uso del safari comenzó de una manera muy peculiar, con un desfile de modas masculino organizado por ella para una sesión periódica del Buró Político. Allí, ante los ojos sorprendidos de los altos dirigentes, estuvieron en pasarela, como modelos de la nueva prenda, ministros de Gobierno, entre ellos Raúl Roa, jefes de organizaciones de masas y otros dirigentes que accedieron al requerimiento de la entusiasta mujer.

A ella se atribuye haber implantado la guayabera de manga corta y colores claros para los hombres y el vestido guayabera para las mujeres, como uniforme en lugares destinados a la actividad protocolar del Estado; bajo el argumento de que eran prendas cubanas, cómodas y sencillas, plenamente adecuadas al ambiente de estos lugares.

Una anécdota, que ejemplifica su interés y sensibilidad por los detalles hasta en el más sencillo de los productos, la cuenta con una sonrisa a flor de labios Aida Moreno Fonseca, trabajadora de la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado, fundada por Celia en 1964. A sus lúcidos 85 años, recuerda que a menudo las muchachas de la Oficina compraban cosas en la tiendecita ubicada en calle 12 No.156 entre Línea y Calzada (hoy una florería). Celia les preguntaba por los productos que habían sacado y pedía que se los mostraran. Un día le enseñaron un calzoncillo de algodón blanco cosido con hilo negro, su indignación fue tal que se los pidió para enseñárselos a Fidel y que viera “la tremenda chapucería que se estaba haciendo en los productos para la población”. También refiere Aida que un día se apareció en la Oficina con los prototipos de lo que serían los nuevos uniformes escolares de primaria y secundaria (aún vigentes); reunió a los trabajadores, hasta al más sencillo, y pidió su opinión sobre el modelo, color y tejido. Estas y otras tantas historias demuestran su preocupación, y su contribución a lograr objetos de uso diario mejor diseñados y de más calidad para el pueblo.

La idea de Fidel, a comienzos de los setenta, de dotar a la capital de un parque natural para el esparcimiento y como un pulmón de la ciudad es sin duda obra material de Celia, quien consideraba que se debía “enseñar al habanero a amar el campo y el bosque…”. Organizó y dirigió todo, comenzando por reunir un grupo de arquitectos, ingenieros y diseñadores que acometieran el proyecto. Luego, lo mismo se la podía ver sembrando bulbos de mariposa que cargando piedras; el resultado fue el Parque Lenin, inaugurado en abril de 1972.

Restaurante Las Ruinas parque Lenin.

Otra obra digna de destacar fue la Ciudad de los Pioneros José Martí, en la playa de Tarará, en 1974. Aquí Celia demostró una vez más su intuición para el diseño cuando, ante la necesidad de señalizar las distintas áreas del extenso campamento, se opuso al empleo de textos y argumentó que los niños comprenderían mejor una gráfica que fuera capaz de trasmitir la información requerida. Para lograr la espectacular entrada defendió el concepto de que los niños debían sentir que el acceso al campamento era como llegar a un circo o un gran parque de diversiones.

En el propio año 1974, y para dar respuesta a las necesidades del Plan de Hoteles, es fundada y atendida posteriormente por ella la Empresa de Producciones Varias (EMPROVA), en la cual se logró integrar la mejor tradición cubana con los más claros conceptos del diseño contemporáneo. Dicha empresa agrupó bajo una misma dirección a varios talleres independientes, con un Departamento de Diseño que formaba parte de su dirección general. Al frente de este fueron designados María Victoria Caignet y Gonzalo Córdoba, quienes ya destacaban como diseñadores desde la década del cincuenta.

Más de un centenar de hoteles amuebló la EMPROVA, el primero de ellos sería el Hanabanilla, en pleno corazón del Escambray, al que siguieron Costa Sur, Mar Azul, Ancón, Pasacaballos, Sierra Maestra, Pernik, Guardalavaca y otros. Su preferido fue el de Marea del Portillo, en Pilón, lugar cerca del cual vivió en su juventud. En este participó desde la selección del emplazamiento (donde desarrolló el concepto de imbricar el paisaje marítimo con el rural), hasta el trazado sinuoso de la carreterita de acceso para no dañar ni una sola planta del cocal, pues para Celia, un árbol era algo sagrado, en cualquiera de las obras que dirigía, prefería variar el proyecto antes que cortar uno.

En el propio año 1974, y para dar respuesta a las necesidades del Plan de Hoteles, es fundada y atendida posteriormente por ella la Empresa de Producciones Varias (EMPROVA), en la cual se logró integrar la mejor tradición cubana con los más claros conceptos del diseño contemporáneo

Consideraba que estos hoteles debían estar adaptados a las características y necesidades de Cuba, tenían que ser tropicales; para lograr esta idea apoyó de lleno al equipo de diseñadores y sus sugerencias. Con su poder de iniciativa buscaba soluciones a los más disímiles problemas, incluidos los de diseño. Ante la escasez de tela para hacer cortinas o dinero para importarlas, buscó un estampador, le procuró local y tres o cuatro ayudantes que aprendieran de él, se pintaron lonas y lienzos y se hicieron las cortinas. Ese sería el germen del posterior taller de estampado para cortinas, cubrecamas y tapicería de los amueblamientos de la EMPROVA.

Deben mencionarse, además, aun corriendo el riesgo de omisiones, otras obras de las impulsadas y supervisadas por la mano de Celia donde el diseño fue parte fundamental. Entre ellas la casa de visita de Valles de Picadura; la casa de descanso para los cosmonautas en Varadero, con un atrevido diseño y difícil ejecución; las escuelas en el campo; la escuela Lenin y otras vocacionales; el Palacio Central de Pioneros Ernesto Che Guevara; el Campamento Internacional de pioneros en Varadero; embajadas de Cuba, hospitales, oficinas de ministerios… Veló por el buen acabado de cientos de casas de protocolo, para las cuales era particularmente exigente; las mismas debían mostrar buen gusto, funcionalidad de la instalación y eficiencia en el servicio; ella supervisaba cada detalle directa y minuciosamente: decoración, muebles, jardines, uniformes de trabajo, etc.

A ella también se deben el salón de recepciones Cubanacán, del Palacio de la Revolución. Esta es una obra exquisita y de espectacular sobriedad donde se logró la integración armónica de la obra humana con lo natural. La piedra figuró como protagonista en este y en otros de los diseños ambientales alentados por Celia; sirva de ejemplo la china pelona de 5 toneladas que hizo traer desde la Sierra Maestra, y una caliza gris de 37 toneladas para colocar a la entrada del salón de recepciones del Consejo de Estado, para lo cual hubo que reforzar la cimentación del edificio.

Palacio de las Convenciones.

Su última gran obra fue el Palacio de las Convenciones, construido e inaugurado en 1979 para la Sexta Cumbre de los Países No Alineados. Con su clara comprensión del valor de los elementos naturales en el embellecimiento del ambiente humano, el Palacio hace gala de funcionalidad, cubanía, integración de lo artificial con lo natural y buen gusto, sello inequívoco de la mano de Celia.

Además, por estos años, con el interés de priorizar la venta de muebles y productos para la vivienda cubana, impulsó una labor educativa a través de exposiciones de la EMPROVA, donde se ofrecían a la población pautas sencillas para rodearse de “cosas bellas para usar”. Precisamente, en el catálogo de una de estas muestras con muebles y objetos, en 1979, el arquitecto Roberto Segre referiría …“la cualificación estética del marco funcional cotidiano, constituye uno de los objetivos fundamentales de la sociedad socialista cubana”.

María Victoria Caignet y Gonzalo Córdoba aseverarían: “Estos diseños y producciones deben su origen a quien tanto contribuyó al desarrollo de la cubanía, revalorizando lo verdaderamente popular ―y tradicional― y estimulando, al mismo tiempo, la creación y el diseño más avanzado para nuestra vida diaria: la compañera Celia Sánchez”

Más tarde, a un año de la desaparición física de Celia y en el marco de otra exposición, María Victoria Caignet y Gonzalo Córdoba aseverarían: “Estos diseños y producciones deben su origen a quien tanto contribuyó al desarrollo de la cubanía, revalorizando lo verdaderamente popular ―y tradicional― y estimulando, al mismo tiempo, la creación y el diseño más avanzado para nuestra vida diaria: la compañera Celia Sánchez”. (Tomado del catálogo de la exposición: Nuestra cultura en la vida diaria. Galería Habana. Junio, 1981).

Sobre el diseño industrial en nuestro país, durante los primeros veinte años de la Revolución, mucho queda por indagar. No todo está esclarecido, aunque hay consenso en el interés que existió porque la actividad partiera del contexto nacional, de su inserción en problemas sociales y de la búsqueda de cualidades estéticas cubanas a la vez que contemporáneas; elementos todos que coinciden con la idea y el impulso que de manera incuestionable dio Celia Sánchez al diseño cubano.

* MsC. Flor de Lis López Hernández. Profesora de Historia del Diseño, del ISDi.
DI. Gladys Bidot Peláez. Diseñadora de interiores y muebles de la EMPROVA

Fuentes consultadas:

Álvarez, Tabio. P. (2004). Celia: Ensayo para una biografía. Oficina de publicaciones del Consejo de Estado. La Habana.

Bécquer, Céspedes. A. (1999).Celia: la flor más autóctona de la Revolución. Editorial Ciencias Sociales, La Habana.

Fernández, Uriarte. L. y otros (2016).Modernidad, identidad y valor social. El diseño en Cuba de 1960 a 2000. Ediciones Forma, ISDi, La Habana.

Montes de Oca, Ruiz. R. (2004). Conquistar toda la justicia. La huella imperecedera de Celia. Oficina de publicaciones del Consejo de Estado.

Palomares, Ferrales. E. (2018).Celia mi mejor regalo. Casa Editorial Verde Olivo, La Habana.

Entrevista a Aida Moreno Fonseca, en la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado (11 de marzo de 2020).