4 agosto, 2020

El desafío de no caer, el deber de no parar

Pedro García-Espinosa Carrasco

En menos de un mes he vivido dos intensos aniversarios: la Oficina Nacional de Diseño (ONDi) arribó a sus cuatro décadas el 9 de julio y yo he llegado a mis 55, el 1ro. de agosto.

Cuando me convocaron a escribir un texto sobre el devenir de la Oficina, a realizar una especie de breve sistematización histórica de sus etapas y desafíos, no me resultó difícil apelar a los recuerdos y consultar documentos personales para elaborar el artículo que se me pedía.

Sí lo fue, en cambio, tratar de referirme a ese pasado con la perspectiva del narrador que se mantiene en tercera persona, alejado de hacer evidentes sus subjetividades. No he logrado, lo confieso, hacer ese recuento impersonal.

Con la ONDi comparto vivencias comunes desde que, hace 36 años, me insertara en su sistema institucional como estudiante y, 5 años después, como trabajador.

En las líneas que siguen, por tanto, no hallará el lector una mirada distante o ajena de los distintos momentos por los que transitó la Oficina.

Hablaré, en resumen, de una organización de 40 años cuya vida, en buena medida, ha sido parte de la mía. Por eso estas palabras son un regalo que le hago y que me concedo, a pocos días de nuestros aniversarios.

AÑOS FUNDACIONALES

El 9 de julio, como ya mencioné, del año 1980, por acuerdo del Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros, se fundó la Oficina Nacional de Diseño, asociada en aquel momento a la Junta Central de Planificación (JUCEPLAN), organismo de nivel ministerial encargado de los asuntos de política económica del país.

El arquitecto Iván Espín no solo se convirtió en el primer presidente de la ONDi, sino en el principal impulsor de su fundación. Fue muy relevante que nuestro país tuviera, en fecha tan temprana, una institución nacional para trazar y coordinar las políticas asociadas al desarrollo del diseño. En América Latina existían universidades que ya habían incorporado la carrera, pero no instituciones con funciones a nivel de gobierno; en este sentido, la Oficina fue pionera en la región.

En sus años iniciales se llamó Oficina Nacional de Diseño Industrial, porque Iván tenía el criterio de que incluso el diseño de comunicación visual, que en aquel momento se denominaba informacional, se hacía realidad en las industrias. Surgió con la función de trazar las políticas relativas a la actividad y, además, encauzar la formación, promoción y evaluación del diseño en el país. Estas funciones prácticamente no han variado en el tiempo, lo que da muestra de la avanzada visión de sus fundadores. Su primera sede radicó en 19 y D, en el Vedado capitalino.

En esos primeros años se conformaron los equipos de evaluación del diseño y, dentro de ellos, también había procesos de promoción.

Mobiliario de tablero de bagazo para comedor.

Mobiliario de tablero de bagazo para comedor. Foto: ONDi

 

El Ministerio de la Industria Ligera fue, en su momento, el primer aliado que tuvo la ONDi para demostrar la importancia del diseño en la industria; en este caso, en lo relativo a la producción de los bienes de consumo asociados al hábitat de las personas, al entorno objetual doméstico.

Esa relación —tensa en sus inicios, pero que dio lugar a una retroalimentación sin precedentes— empezó a partir de que se conformaran en la ONDi equipos evaluativos del diseño que auditarían líneas de producción en la industria.

Como parte de esta idea —muy osada en su momento, ya que no era común que agentes externos acudieran a las fábricas a hacer evaluaciones de esta índole— llegó a plantearse que, ante un resultado de diseño insatisfactorio, el precio del producto debía rebajarse, y si se trataba de un mal diseño, debía salir de las líneas de producción y elaborarse un nuevo proyecto que superara los señalamientos negativos.

Este pensamiento fue muy revolucionario para la época, tanto que en muy pocas ocasiones llegó a concretarse; pero logró posicionar el criterio de que los productos que se hacían en el país debían responder a una calidad de diseño.

A la par, las relaciones con la industria conllevaron a que desde la propia ONDi se visualizara la necesidad de dar respuesta proyectual a las problemáticas detectadas por los equipos de evaluación, así como a otras situaciones o necesidades no resueltas que afloraban en esos ejercicios.

Desfile realizado en el TEED.

Desfile realizado en el TEED.

Se crearon así los burós ramales de diseño, primera semilla del trabajo proyectual de la Oficina, relacionados con diferentes esferas: había uno de equipos y maquinarias, uno de cerámica y vidrio, uno para la comunicación visual, otro de diseño de mobiliario e interiores y estaba el de vestuario, calzado y accesorios, que se ubicaba en el Taller Escuela Experimental de La Rampa (TEED).

Estos burós comenzaron a trabajar para una industria cubana necesitada, en buena parte, de miradas desarrolladoras; toda vez que, a partir de la integración de Cuba al Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME), para ella se habían obtenido importantes beneficios en cuanto a transferencia tecnológica; pero, también, se había heredado una filosofía de no diversificación, de apostar a una escasa gama de productos, muy duraderos, pero con limitaciones de innovación.

Gracias a proyectos de cooperación desarrollados con el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), la Oficina pudo poner a disposición del trabajo de los burós una infraestructura muy buena: entre las primeras personal computers IBM que entraron al país estuvieron las de la ONDi; e incluso llegó a crearse un estudio de televisión, pequeño pero envidiable.

Estas células de proyectos también se distinguieron por la calidad de sus profesionales, algunos formados en la Escuela de Diseño Industrial e Informacional (EDI), creada en 1969 en el propio Ministerio de la Industria Ligera con Espín al frente y la cual luego pasaría al Consejo Nacional de Cultura, hasta el surgimiento de la ONDi.

Vajilla Tezoro: su diseño estuvo a cargo de un equipo del Instituto Superior de Diseño Industrial, como se llamó en sus inicios; una de las instituciones pertenecientes a la ONDi.

Vajilla Tezoro: su diseño estuvo a cargo de un equipo del Instituto Superior de Diseño Industrial, como se llamó en sus inicios; una de las instituciones pertenecientes a la ONDi.

La Oficina asumió también, desde los inicios, la función de formar a los profesionales del diseño del país, primero con nivel técnico medio y luego superior. De esta manera, en 1982 se crea el Instituto Politécnico de Diseño Industrial (IPDI), el cual tendría por objetivo formar una fuerza de trabajo muy necesaria como apoyo a la conceptualización del diseño mediante la ejecución de modelos y maquetas, la planimetría proyectual y la realización gráfica del proyecto de diseño. En aquellos años todo se hacía en mesas de dibujo, no había computadoras, y este Instituto ofrecía una formación muy sólida en diseño básico, dibujo técnico y maquetería.

Dos años después, en una casa situada en la calle 22, entre 1ra. y 3ra., en Miramar, se inaugura el Instituto Superior de Diseño (ISDi) —en aquel entonces con el apellido de industrial—. Esa primera matrícula la conformábamos 59 estudiantes, quienes tuvimos el privilegio de contar en esos años iniciales con un grupo de los mejores profesores que podrían existir en una escuela de diseño en Cuba.

Algunos eran profesionales de vasta experiencia que habían trabajado en los excelentes proyectos comandados por Celia Sánchez, otros provenían de las graduaciones de la EDI; igualmente había egresados de San Alejandro, pintores de renombre hoy. Además, se habían insertado arquitectos provenientes de la CUJAE, donde existía el mejor curso básico de las escuelas del país, el cual fue adaptado a los objetivos académicos del Instituto.

Con la primera graduación del ISDi, en 1989, se cierra una etapa fundacional, de nacimiento de instituciones y puesta en marcha de ideas, caracterizada además por el establecimiento de relaciones con el entramado industrial y empresarial del país. Fue un periodo en el que hubo que sobreponerse a los prejuicios hacia la profesión, hacia una organización nueva y con un pensamiento revolucionario, de cambios. Todo ello surgía frente a una industria lenta para asimilar variaciones, heredera de los estilos rezagados del campo socialista, con una planificación económica muy acotada. Coincide este momento con un cambio de dirección de la ONDi, a partir de contradicciones que afloraron con el Instituto y afectaron el buen curso de las relaciones entre las partes.

A pesar de ello, y sin duda alguna, el arquitecto Iván Espín tiene el mérito histórico de haber logrado en esos años afianzar y consolidar la institucionalización del diseño, con una visión muy clara de lo que podía aportar la actividad a la vida material del país, al bienestar del pueblo. En lo personal, no estoy seguro de que otra figura hubiera podido lograr, con el pensamiento y la acción, ese avance en una fecha tan temprana como la década de los 80 del pasado siglo.

A PERIODOS CRÍTICOS, RESPUESTAS ESPECIALES

La caída del campo socialista soviético y el inicio de la más profunda crisis económica del país, conocida como Periodo Especial, coincidió con la entrada de Ricardo Sánchez como jefe de la ONDi. Ingeniero de profesión, se trataba de un cuadro que venía de atender los temas de Ciencia y Técnica en el Comité Central del Partido, formado en la CUJAE, bien preparado y con experiencia de dirección.

Ricardo tuvo el reto de enfrentar una situación de incertidumbre a nivel nacional que en la Oficina adquirió connotaciones mayores, dada la salida de algunos cuadros del equipo de Espín. Fue el encargado de recibir a los primeros egresados del Instituto y, junto a estas fuerzas, reorganizar el capital humano y el sistema de trabajo de la ONDi a corto plazo.

Los flujos de especialistas habían impactado especialmente a los burós ramales, por lo que Ricardo tomó la decisión, hacia el año 1993, de reunir las fuerzas profesionales que quedaban en estos en la Unidad de Desarrollo del Diseño (UDD), estructura que pervive hasta hoy.

¿Desarrollo de qué?, podrían haberse cuestionado muchos en medio de aquel escenario de paralización industrial, en el cual el PIB había caído casi en un 35 %, en apenas tres años. Sin embargo, fue este también el momento en el que el país tuvo que recomponer rápidamente sus fuentes de ingreso y apeló, entre otras medidas, a la apertura al turismo internacional.

En esos cruentos 90, la Unidad de Desarrollo realizó proyectos para cadenas como Cubanacán y Sol Meliá (de identidad, vestuario e incluso una campaña de comunicación para el primer experimento del todo incluido de Meliá, en Varadero).

La búsqueda de otros mercados potenció también el desarrollo del Polo Científico, conformado por un grupo de instituciones que, con increíble audacia, un gran potencial profesional y el apoyo irrestricto de la máxima dirección del país, empezaron a intentar abrirse paso en el competitivo sector biotecnológico, farmacéutico y de equipos médicos.

Identidad visual realizada para los laboratorios Dalmer. Foto: ONDi

Identidad visual realizada para los laboratorios Dalmer. Foto: ONDi

 

Quizás, la experiencia de trabajo de Ricardo en la atención a los organismos de Ciencia y Técnica lo proveyó del olfato para detectar que existía aquí una posibilidad de ocupar las capacidades creativas de la UDD.

Lo cierto es que, en el nacimiento del Polo, los grupos de proyectos de la Oficina estuvieron presentes. En ese primer quinquenio de la década de los 90 se produjo una elevada cantidad de signos de identidad visual para instituciones como el Instituto Finlay de Vacunas, el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB), el Centro Nacional para la Producción de Animales de Laboratorio (CENPALAB), el Centro de Inmunoensayo (CIE), el Centro de Neurociencias de Cuba (CNEURO), la empresa Neuronic, entre otros.

De esta manera, la UDD fue de las primeras estructuras en el país en acopiar una experiencia y sistematizar referentes propios para la realización de identidades y manuales de pautas gráficas.

Para darse a conocer al mundo hacía falta una imagen, se requería diseño; la ONDi era el espacio que tenía una concentración importante de profesionales de la materia y se supo aprovechar la coyuntura: nuestros diseñadores estuvieron allí donde se visibilizaba una oportunidad real de desarrollo.

Neuronic, otra de las marcas diseñadas para el Polo Científico.

Neuronic, otra de las marcas diseñadas para el Polo Científico. Foto: ONDi

 

Ello significó un giro muy importante en las esferas de actuación del diseño cubano, con respecto a la etapa anterior. En los 80, el diseño industrial ofrecía unas opciones mayores para la realización profesional; no así la comunicación visual, salvo algún producto de la Ligera que requiriera una marca o las notables excepciones de las instituciones culturales, con todo su empuje editorial y cartelístico (Casa de las Américas, el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos, la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, el Instituto Cubano del Libro, entre otras). Fuera de esto, en muchos casos lo diseñadores de comunicación visual quedaban para mantener “bonito” el mural de los centros de trabajo, situación que cambió en la década siguiente.

Lo anterior no niega que, en los 90, se participara de aquellos pocos espacios que le habían quedado a la industria. Esta fue, por ejemplo, la época de desarrollo del TrenBus, cuya idea tuvo su nacimiento en la ONDi, aunque la realización final la capitalizara el entonces Ministerio de la Sideromecánica.

Multiarado diseñado por el buró de Equipos y Maquinarias de la Oficina.

Multiarado diseñado por el buró de Equipos y Maquinarias de la Oficina. Foto: ONDi

 

Desde finales de los 80, especialistas del Buró Ramal de Diseño de Equipos y Maquinarias, como los ingenieros Jorge Hernández Fonseca y Wilfredo Pomares, y el arquitecto y diseñador Adrián Fernández, tuvieron la visión de que la crisis demandaba buscar alternativas para el traslado de las personas, y fueron los primeros en discutir la idea con el Ministerio de Transporte. Dieron muestras del pensamiento estratégico de diseño que existía en la Oficina y ofrecieron una solución de intervención en la realidad a partir de unas condicionantes muy severas.

Igualmente, se ganaron otros importantes espacios de inserción, como el del Instituto Central de Investigación Digital (ICID), donde se puso en práctica la gestión del diseño para el desarrollo de productos médicos, como el Cardiocid BS, el Doctus IV, un oxímetro. En estos proyectos participaron profesionales de la ONDi y del ISDi.

Cardiocid BS, diseñador por un equipo ONDi-ISDi y producido en el ICID.

Cardiocid BS, diseñador por un equipo ONDi-ISDi y producido en el ICID.

 

El periodo abordado contó con el peculiar ascenso de jóvenes diseñadores a responsabilidades de dirección en el sistema ONDi, una decisión bastante osada de Ricardo, quien, ante la galopante descapitalización de esos años (producto de los apagones, las condiciones de trabajo, la falta de transporte), prefirió aprovechar la cantera de graduados del Instituto antes que importar líderes de otras entidades.

Muchos de los que apenas sumábamos cinco años de experiencia laboral, comenzamos a pasar por diferentes niveles de dirección, tanto en el ISDi como en la propia Oficina (Sergio Luis Peña estuvo al frente del curso de Ciclo Básico en el Instituto; Marcialito Dacal, de la dirección de Promoción en la ONDi; quien escribe, de la carrera de Diseño Industrial y posteriormente de la Unidad de Desarrollo).

Esta etapa, que podría caracterizarse como de resistencia y sobrevivencia frente a la crisis económica, los reajustes institucionales y la búsqueda de nuevos espacios de realización; no estuvo ajena a cambios externos al sistema ONDi, dentro del aparato de gobierno, que incidieron en su devenir. Gracias al trabajo desempeñado, al menos esta pudo mantener su estatus; otras entidades, en cambio, desaparecieron o fueron reajustadas: de ser un comité estatal, con rango de ministerios, pasaron a la nomenclatura de oficina.

La ONDi, que como se mencionó había nacido bajo el halo de la JUCEPLAN, pasó a subordinarse al Consejo de Estado tras su primer cambio de dirección y, a mediados de los años 90, fue trasladada al nuevo Ministerio de Economía y Planificación (paso que de alguna manera significó un retorno, dado que este organismo constituyó la evolución de aquella Junta). Este último movimiento volvió a coincidir con un cambio en los mandos de la Oficina: en 1995, a Ricardo Sánchez se le designan nuevas tareas en el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente, y es nombrado en el cargo José (Pepe) Cuendias, quien desde el 90 se desempeñaba como rector del ISDi.

BATALLAS DE SOBREVIVENCIA Y DE IDEAS

Defender a toda costa la formación era la premisa de Cuendias; ya que solo la creación de una masa crítica de diseñadores podría responder a las necesidades latentes de diseño en la sociedad cubana. Gracias a su empuje se llevó a cabo una evolución de la docencia y se afianzó el concepto de “escuela cubana de diseño”, marcado sobre todo por la elaboración y puesta en práctica del Plan C de estudios.

Desde sus inicios, el modo de enseñar del Instituto había estado signado por una gran influencia alemana y de otras escuelas de América Latina. El Plan C constituía un pensamiento de formación “a la cubana”, la primera modelación de un currículo académico propio del diseño en los últimos años del siglo XX, con la incorporación del ya creciente empuje de las tecnologías de la informática y las comunicaciones; así como una depuración del pensamiento estratégico del diseño y su gestión para el contexto cubano.

Pepe, como todos le llamábamos, logró además que la evaluación se insertara en los modelos normativos del Ministerio de Turismo, los cuales avalaban los niveles de calidad hotelera y, por tanto, eran muy rigurosos. También, hizo posible que en 1996 el diseño se integrara a los Controles Gubernamentales (realizados por el Ministerio de Auditoría y Control) y luego a los Controles Estatales (cuando dicho Ministerio se convirtió en Contraloría General de la República), en 2009. En el ínterin, 2002-2003, se realizó una segunda versión de los documentos metodológicos de evaluación del diseño, cuya primera elaboración databa de 1983.

A finales de los años 90 e inicios del nuevo siglo, empezó a evidenciarse cierta estabilidad económica, lo cual contribuyó al trabajo de la Oficina, al abrirse nuevas oportunidades de proyectos y de realización de eventos: al Encuentro Internacional de Diseño de La Habana, que desde 1990 convocaba la ONDi cada dos años, se sumó el de escuelas de diseño, FORMA, en 2001.

V Encuentro Internacional de Diseño, que tuvo entre sus invitados a Dieter Rams.

V Encuentro Internacional de Diseño, que tuvo entre sus invitados a Dieter Rams.

 

Se creó además el sistema estatal de premios de diseño, pues hasta ese entonces solo se otorgaba el Premio Anual, que había nacido en 1989, y se premiaban los productos más relevantes de la Feria Internacional de La Habana (FIHAV), la Feria del Caribe y otras monotemáticas. En el 2003 se creó el Premio Nacional, para aquellas personas que le habían dedicado su vida a la profesión, y el otrora premio anual derivó en el Premio ONDi de Diseño, reconocimiento a los proyectos de diseño más destacados en un periodo. Además, se empezó a estimular, mediante el Premio de Gestión, que las instituciones invirtieran en la actividad. Estos galardones se entregan, hasta el día de hoy, de manera alterna, cada dos años.

La Oficina llegó al primer lustro del nuevo milenio con un nivel de intervención en todas las realidades del país en las que podía estar presente, de acuerdo con sus potencialidades propias y las del contexto; su participación en la industria, por ejemplo, no volvió a reactivarse con la intensidad de antaño.

Campaña de Comunicación para el Censo de Población y Viviendas del 2002.

Campaña de Comunicación para el Censo de Población y Viviendas del 2002. Foto: archivos propios.

 

A partir del Periodo Especial, las empresas productoras del país empezaron a caracterizarse por poseer una filosofía más ensambladora que innovadora, con una distorsión conceptual de lo que se denomina “desarrollo de productos”, tendencia que hasta hoy perdura. (Contradictoriamente, en la actualidad hay que deberle a la amenaza de la COVID-19 el haber abierto una luz sobre este tema, pues se ha aupado el establecimiento de alianzas profesionales e institucionales, en función de concebir productos y llevarlos a sus fases de producción, aunque sea a pequeña escala.)

En aquellos primeros años de los 2000, con el apoyo del Ministerio de Turismo, la Ligera y otras entidades, se logró invitar a personalidades como Joan Costa, Norberto Chaves, Rubén Fontana, Alexander Manu, el board de la International Council of Societies of Industrial Design, ICSID; personas que aportaron otras visiones y experiencias al gremio. Esta práctica se había logrado en la época de Espín y luego, por la crisis económica, se había interrumpido.

Para el tiempo en cuestión, ya se percibía una consolidación en el trabajo de los cuadros que iniciaron su crecimiento con Ricardo Sánchez y habían madurado dentro del sistema ONDi; ello ayudó a mantener la estabilidad de la Oficina y a que esta se adentrara en los escenarios que emergían. Uno de ellos fue el de la Batalla de Ideas. La ONDi y su sistema de instituciones, entre ellas el ISDi, se insertó en todo lo que el diseño podía hacer para apoyar la consolidación de la Revolución en el siglo XXI, donde entran a jugar un nuevo papel las tecnologías.

El sistema visual de las enciclopedias y de los softwares educativos fue desarrollado por especialistas ONDi-ISDi, las campañas de comunicación por el regreso del niño Elián González, de Los Cinco… No hubo ninguna acción que necesitara un componente de diseño en la cual no estuviera la Oficina con su sistema institucional.

Cartel por la liberación de los Cinco Héroes.

Cartel por la liberación de los Cinco Héroes. Foto: ONDi

 

La importancia de la actividad se hizo tan notoria que llegó a crearse, a instancias de la máxima dirección del gobierno, un grupo de trabajo con cuadros y especialistas de la ONDi y del Instituto, destinado a la realización de acciones efímeras de comunicación y diseño, de elevadas implicaciones nacionales e internacionales. Tras evidenciarse la magnitud y resultados satisfactorios de su trabajo, se decide su establecimiento a más largo plazo, con el nombre de Grupo Creativo del Consejo de Estado, todavía conocido como “Casa 4”. Para estar a cargo de esta tarea salí de la Oficina en el 2004, momento en que me desempeñaba como vicejefe y atendía las áreas técnicas: Promoción, Evaluación y Desarrollo.

La visibilidad del trabajo logrado por los profesionales de la ONDi en distintas esferas de la realidad del país, unido a la voluntad política de invertir en sectores de alto impacto, como la Salud y la Educación, propiciaron que se aprobara la reparación capital del Instituto Superior de Diseño. Dicho proceso permitió reanimar constructivamente la deteriorada edificación de Belascoaín 710, y dotarla de una infraestructura que le ha permitido, en buena medida, sostenerse hasta hoy.

No tocó igual suerte a la sede de la ONDi, sita en ese entonces en 42 y Kholy. Estructuralmente, las casas que en esta dirección ocupaba la Oficina habían ido ganando en deterioro; no existía el presupuesto necesario para inversión en medios técnicos y, asociado con ello, se evidenciaba una descapitalización de la fuerza de trabajo; pues los diseñadores se decantaban por ofertas laborales más atractivas dentro del Estado, en las formas de gestión no estatal o fuera del país.

A pesar de las recurrentes gestiones y llamadas de atención de Pepe, no hubo en aquel entonces un acompañamiento presupuestario, que permitiera igualar en la Oficina las condiciones logradas en el Instituto, lo cual derivó en una afectación de la imagen institucional de la ONDi.

En el 2010 se decide que el ISDi pase al Ministerio de Educación Superior, como parte de un nuevo proceso organizativo de las entidades del país. La decisión de separar ambas instituciones implicó que Cuendias —quien se había mantenido al frente de ambas, con la carga y el esfuerzo descomunal que ello implica—, dejara de ser rector del Instituto en enero de 2011 y quedara solamente como jefe de la ONDi, cargo que ocupó hasta abril del propio año, momento en que se produce su repentino y triste fallecimiento.

La partida de Pepe Cuendias dejó, además del dolor, el recuerdo de un hombre que dedicó su vida a la formación y a la institucionalización de la profesión. Le entregó muchos años a la concepción, fertilización y apoyo de numerosas ideas que encumbraban al diseño cubano y a sus profesionales. Pepe impulsó la marca país, imaginó el registro nacional de diseñadores e instauró el camino del crecimiento académico en el ISDi, con la proyección estratégica de formar másteres y doctores en diseño. En fin, que decididamente, se nos fue antes de tiempo.

La Oficina quedó entonces sin su líder de los últimos 16 años y en las complicadas condiciones descritas. Pasó por un periodo de mayor incertidumbre al mantenerse siete u ocho meses bajo el mando de un cuadro temporal. Por ese tiempo, me desempeñaba como decano de la carrera de Comunicación Visual en el ISDi, a donde había llegado en 2009 tras terminar mis funciones en el Grupo Creativo del Consejo de Estado. Es entonces que llegó a mí la solicitud de aceptar la jefatura de la ONDi.

LA ONDi DEL NUEVO SIGLO

El retorno al que se me convocaba implicó enfrentarme a una Oficina desconocida con respecto a la que había dejado en el 2004; la cual debía ser reconstruida estructural, tecnológica y profesionalmente. Sus edificaciones estaban dañadas desde el punto de vista constructivo, algunas bastante deterioradas; en cuanto a la plantilla, había direcciones casi abandonadas, con dos personas apenas. Se necesitaban inversiones imprescindibles y captación de fuerza de trabajo, con la desventaja de que el ISDi ya no formaba parte del sistema y la solicitud de egresados no podía hacerse de manera directa. Por otra parte, cada vez se ampliaban más las oportunidades de empleo en las formas de gestión no estatal, modalidad hacia la cual migraban muchos especialistas, entre ellos los diseñadores.

Los Encuentros de Diseño de La Habana habían desaparecido y la celebración de la Semana de Diseño había sufrido una interrupción; el Sistema de Premios de Diseño se había resumido al Premio ONDi y al Nacional. La Unidad de Desarrollo contaba, excepcionalmente, con un potencial de profesionales muy buenos, pero la producción proyectual era limitada .

El parque automotor se encontraba muy depauperado; ni siquiera existía correo electrónico, mucho menos conexión a internet. Una auditoría reciente había hecho saltar problemas en las áreas administrativas y en el Taller Escuela Experimental de Diseño de La Rampa.

Ello influyó en que organismos reguladores de la actividad de la ONDi tomaran decisiones que muchos lamentaríamos, como la desaparición del TEED, símbolo de la Oficina y referencia durante muchos años del buen vestir en la Isla. Todo intento de la dirección de la institución por salvar y buscar alternativas de continuidad para el taller, fueron en balde. Más que recordarlo con nostalgia, debería servir este suceso como ejemplo de lo que no debe hacerse desde un espacio de poder: eliminar una idea fecunda —la de enseñar, diseñar y producir vestuario “hecho en Cuba” —, para convertirla en “agua y jabón”.

Ese complejo escenario volvió a plantear, como variable crítica, la necesidad de defender a toda costa el estatus de la institución; pues, como parte de los procesos de redimensionamiento del país, podía llegar a determinarse que sus funciones y estructura organizativa se simplificaran o se fusionaran con otras entidades.

El equipo que se aglutinó para dirigir la Oficina dedicó los dos años siguientes a revitalizarla. Conexión a internet, disponibilidad de telefonía celular para los cuadros, inversión tecnológica en máquinas y servidores, estructuración de una red interna, fueron algunas de las conquistas que se evidenciaron en breve tiempo y que, quizás a la luz de hoy, no parezcan cosa mayor, pero sí fueron determinantes en aquel entonces.

Justo cuando habíamos logrado reforzar los cuadros y fortalecer con recursos humanos las áreas técnicas y administrativas, cuando se había alcanzado cierta normalidad en el cumplimiento de las funciones estatales y estábamos gestionando un presupuesto para implementar labores constructivas en lo que se conocía como “el castillito” de 41 y 42, el MEP decidió que la institución pasara al naciente Ministerio de Industrias (MINDUS).

Este paso, ejecutado en 2013, trajo consigo cambios de sedes: primero hacia un local en la calle Humboldt nada adecuado, por las condiciones en las que se encontraba, y luego, temporalmente, a calle 8 entre 3ra. y 5ta., Miramar, donde pudimos volver a acondicionar los espacios de trabajo, estructurar un departamento de informática fuerte y crecer en personal y capacidades de cumplimiento de las funciones estatales.

A partir de conseguir una determinada estabilidad nos propusimos mayores metas: revitalizar el premio de Gestión de Diseño y gestionar un presupuesto propio para la entrega de estos galardones; pues, hasta entonces, casi no poseíamos financiamiento para el cumplimiento de la función de promoción y teníamos que recurrir al apoyo desinteresado del Consejo Nacional de Artes Plásticas.

Del MINDUS tuvimos un apoyo total, nos recibieron con los brazos abiertos y logramos, por primera vez, respaldos financieros importantes para la ejecución de las actividades.

Así, pudimos también revitalizar los eventos; las nuevas ediciones de la Semana del Diseño, por ejemplo, empezaron a contar con una amplia participación. Decidimos no rescatar los Encuentros Internacionales de Diseño de la manera en que se conocían, sino convocar a una Bienal. Su primera edición fue muy revolucionaria, asistieron personalidades de instituciones académicas y gigantes de la comunicación como el presidente de la WPP; y se aunaron a la Oficina importantes colaboradores, como la Fundación Caguayo para las Artes Monumentales y Aplicadas.

Gráfica de la primera Bienal de Diseño de La Habana.

Gráfica de la primera Bienal de Diseño de La Habana. Foto: archivos propios.

 

En Evaluación mantuvimos la participación en Controles Estatales y generamos el Sistema Nacional de Evaluación de la Calidad del Diseño (SNECD, 2014-2015), uno de los más completos en cuanto a medición de la calidad de diseño en cualquiera de sus esferas de actuación. La elaboración de este Sistema contó con la participación de profesionales de la ONDi, el ISDi y especialistas de otras instituciones, que podían aportar miradas complementarias.

Una buena parte del grupo de expertos que había participado de la creación del SNECD, comenzó también a trabajar en la proyección de una política de diseño para el país, cuya primera versión se concretó en 2015.

Esta fue una etapa en la que invertimos en tecnologías asociadas a la actividad, como una impresora y escáner 3D, probablemente los primeros equipos de este tipo que se adquirieran en el sistema del MINDUS. Se recompuso el parque automotor y se elevó la participación en eventos internacionales, lo que tributó al intercambio y desarrollo profesional de nuestros especialistas. Igualmente, se consolidaron y crecieron las alianzas con otras organizaciones como la Asociación Cubana de Comunicadores Sociales, el Fondo Cubano de Bienes Culturales, la Asociación Latinoamericana de Diseño, la Bienal Iberoamericana de Diseño y el Festival de Comunicación “El Ojo de Iberoamérica”, entre otras.

Proyecto ECOS.

Proyecto ECOS. Foto: ONDi

 

Si bien el ISDi dejó de pertenecer a la Oficina, esta no perdió su función formativa. En los documentos orgánicos de la institución, refrendados por el MEP en 2012 y posteriormente por el MINDUS, se mantuvieron todas las funciones estatales, incluyendo la de formación. Esta se implementaría en lo adelante como acciones de capacitación y recalificación, en alianza con la escuela ramal del MINDUS, GESTA, y el propio ISDi.

Para coordinar estas acciones se creó la Dirección de Desarrollo Profesional, a la cual se integró el Registro Nacional de Personas Naturales Autorizadas a Ejercer la Actividad de Diseño Industrial y de Comunicación Visual. Este había sido aprobado en 2013, después de muchos años defendiendo la idea. El Registro no solo perseguía certificar a los profesionales con competencias para ejercer como diseñadores, cerrando brechas al intrusismo profesional; también se hizo con la intención de que, a corto plazo, se convirtiera en una herramienta para representar y comercializar el trabajo de los diseñadores, gráficos e industriales. Además, una base de datos como esta permitiría conectar las necesidades de la industria con las potencialidades de diseño en todo el país.

Propuesta de soportes de apoyo para ancianos.

Propuesta de soportes de apoyo para ancianos. Foto: ONDi

 

Como colofón de este periodo, y con el apoyo del ministro de Industrias en aquel momento, Salvador Pardo Cruz, pudimos elegir lo que sería la nueva sede de la ONDi, inmueble que actualmente ocupa la Oficina en Loma y Tulipán y el cual ofrece grandes posibilidades. Juntos construimos el sueño de tener allí salas de exposiciones, para mostrar el trabajo de grupos de diseño con resultados importantísimos, así como los propios premios otorgados por la Oficina. Concebimos a nivel proyectual un teatro, como espacio de actividades y reuniones; pequeños talleres donde pudieran incubarse proyectos más experimentales, de innovación; hasta un café para el encuentro e intercambio de los colegas del gremio y aulas para cursos.

Cuando acepté regresar a la ONDi, mi visión se centró en lograr crear las condiciones tecnológicas, materiales y profesionales que debían caracterizar a una institución de diseño en el siglo XXI, partiendo de una base muy deteriorada. Contribuyeron a ese renacer, en primer lugar, mis colegas de años, forjados en la Oficina y aquellos profesionales que decidieron abrazar este empeño y se fueron incorporando. El sueño ya estaba encaminado.

Con la Oficina enfrascada en la construcción de su nuevo y prometedor espacio, la propuesta de política de diseño en curso, el registro funcionando, una primera Bienal inminente y el resto de las funciones estatales estabilizadas, entendí que había cumplido las metas que me había planteado en mi retorno y decidí dejar la responsabilidad de la jefatura en manos del relevo, que en esos años también había venido preparándose. Al frente de la Oficina quedó, desde enero de 2016, la colega Gisela Herrero García, a quien tuve el honor de recibir en mi primera etapa como trabajador de la institución, en la Unidad de Desarrollo.

Interiores del INRH, diseñados en la Oficina.

Interiores del INRH, diseñados en la Oficina. Foto: ONDi

 

Hace unos días, el Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, escribió una carta de felicitación a la ONDi por sus 40 años, en la que expresaba el sueño de instalar la cultural del detalle y la belleza como atributos de nuestro país.

Todo sueño humano es un reto inmediato, un “qué hacer para lograrlo”. Para comenzar, como ha dicho el Presidente en su mensaje, hagamos las cosas bien y tendremos un mejor país.

Al final de esta carta, acotaba: “Se lo debemos a los fundadores de la ONDi, a los que han mantenido el empeño en los años más difíciles…”. No puedo negar que me sentí aludido, porque recordé las enseñanzas de todos los que nos antecedieron y los desafíos de los más jóvenes en pro del conocimiento. El anhelo de un país justo, funcional, innovador y hermoso, también se lo debemos a nuestros hijos.

Por eso no puedo decir que me fui de la ONDi, porque uno no se separa de un lugar presente en los recuerdos y en la acción de más de la mitad de su vida.

La ONDi es mi casa, la de muchos diseñadores y profesionales que dedicaron esfuerzos y horas, muchas horas, al fortalecimiento del diseño como aliado del desarrollo del país, como factor de bienestar.

La ONDi ha sido el legado de los que revolucionariamente apostamos, hace cuatro décadas, a los beneficios de una actividad que tiene como fin anticipar soluciones a cada necesidad humana.

La ONDi debe ser la garantía de que un día, preferiblemente no muy lejano, comprendamos cabalmente que el país próspero y sostenible que queremos, tiene que ser diseñado.