Mejor diseño = mejor país
Gisela Herrero García
La presencia del diseño en la sociedad contemporánea constituye un garante para el bienestar individual y colectivo de los ciudadanos. En tal sentido, su inserción en la industria, la cultura y los medios de comunicación contribuye a favorecer el empleo óptimo de los recursos materiales, la preservación del medio ambiente, y la creación de un entorno que eleva la calidad de vida de las personas y tributa a la generación de respuestas socialmente responsables.
En el caso particular de nuestro país, que sufre notables limitaciones materiales, resulta indispensable la apropiación consciente del diseño como parte de los procesos y la gestión de las organizaciones productivas, culturales, políticas y de bien público, lo cual constituye un elemento clave para favorecer la presencia de una elevada calidad de diseño en nuestro entorno cotidiano.
En su conferencia “Síntesis sobre la importancia del Diseño Industrial para Cuba”, pronunciada en julio de 1986, el arquitecto Iván Espín, pionero de la institucionalización del diseño en Cuba, señaló “una definición del diseño industrial que se adapta a nuestras necesidades (…); el desarrollo económico y social impone en las sociedades en vías de industrializarse el camino de una creciente especialización del proceso de diseño, es decir, de la planificación, la concepción y el desarrollo de los bienes de capital, intermedios y de consumo que serán objeto de producción y utilización por la sociedad, así como la actividad paralela de la promoción de los productos y los modos de vida que garanticen la orientación racional del consumidor y la realización de su valor de uso”.
Desde la visión estratégica de la máxima dirección del país, se ha contado con el apoyo necesario para la integración del diseño a las políticas públicas con un impacto social considerable. Esta visión —para muchos analistas en el contexto latinoamericano— coloca a Cuba como pionera del desarrollo e implementación de políticas públicas en las que el diseño tiene una importante presencia. La creación de la Oficina Nacional de Diseño Industrial (ONDi) [1], en el año 1980, hace que se considere en sí misma una política pública, entendiéndose desde esa temprana etapa que el diseño estaba llamado a jugar un rol de anticipación y prospectiva, de cara a los esperados avances en el desarrollo económico–social de la Isla.
En tal sentido, en el acto por el V Aniversario de la ONDi, en julio de 1985, el compañero Carlos Rafael Rodríguez pronunció las siguientes palabras, que conservan una total vigencia: “(…) La realidad de una sociedad con equidad y con una elevada cultura pasa inevitablemente, y así será, por una calidad de vida en el orden material cada vez más elevada y consecuentemente, por una presencia prominente del Diseño en el entorno habitable del cubano. Es por ello que en la Oficina pensamos que continúa siendo una alternativa real diseñar nuestros propios productos y generar la capacidad de desarrollarlos ajustados a nuestra realidad y sobre bases muy claras. Para ello tenemos que trabajar en esta nueva etapa por revolucionar paso a paso el contenido y la expresión social del diseño en el país”.
Dada la necesidad de nuevos profesionales, se crea en fecha tan temprana como 1970 la Escuela de Diseño Informacional e Industrial, encargada de la formación de profesionales en dos especialidades: Diseño Industrial y Diseño Informacional. Esta organización de enseñanza mantuvo cursos regulares hasta 1978, y resultó en un significativo antecedente para la fundación en 1984 del Instituto Superior de Diseño Industrial (ISDi), lo que representó un importante paso para generar el capital profesional que demanda el país, habiendo graduado en casi 30 años a más de 2000 profesionales en los campos del Diseño Industrial y la Comunicación Visual.
La implementación del Registro Nacional de Diseñadores a partir de noviembre de 2013, se constituye en herramienta que permite ordenar y controlar el ejercicio de la profesión en el país, con una valiosa base de datos a la que pueden acceder las personas naturales o jurídicas que demanden los servicios de diseño, y precisen orientación sobre los profesionales aptos para ejercerlo y las diferentes esferas de actuación donde se desempeñan.
No obstante, aún no se ha avanzado suficientemente en el propósito de que el diseño tenga una presencia visible en todos los ámbitos de la sociedad cubana, con una expresión permanente en la vida cotidiana del pueblo. Para lograr este objetivo, el diseño necesita ser considerado por los decisores una herramienta estratégica que forme parte del modelo de desarrollo de la economía cubana y un componente esencial en la competitividad de nuestras producciones. Hoy día, el diseño se asume de modo no planificado y es poco reconocido en el ámbito de la economía y la industria, lo que trae como resultado su baja visibilidad. De tal suerte, esto repercute de forma negativa en el desarrollo del país y la calidad de vida del pueblo, lo cual se manifiesta en los ámbitos productivo, sociocultural y formativo.
En su discurso pronunciado el 7 de diciembre de 2004 con motivo del XX Aniversario de la fundación del ISDi, el Dr. Arq. José Cuendias Cobreros, quien fuera rector de dicho centro durante 15 años, planteó: “Creemos firmemente que aún en las empresas y centros donde el diseño ha alcanzado resultados, estos son insuficientes. La Revolución puede marcar pautas con buen diseño en todos los programas que desarrollamos. Al igual que podemos respaldar con médicos y maestros nuestra labor internacionalista, lo podemos hacer con equipos médicos y muebles escolares. Pero no copiando o maquilando, sino desarrollando productos que lleven consigo también nuestro mensaje de independencia y soberanía con diseño”.
Cuba, además, en correspondencia con la actualización de su modelo de desarrollo, debe convivir con otros asociados a la economía de mercado, y tiene que garantizar el crecimiento económico del país y la calidad de vida de los cubanos. Por tanto, es imprescindible que seamos capaces de generar productos homologables a los estándares internacionales, que cumplan con los requerimientos para la exportación, y por otra parte, lograr una sustitución cualitativa de las importaciones [2].
El nuevo escenario de desarrollo económico del país ha impuesto, a partir de la creación de nuevas formas de gestión, una creciente necesidad de acceso a los servicios especializados de diseño. El auge del sector no estatal ha potenciado la demanda de diseño tanto industrial como de comunicación visual para los productos y los servicios que son generados por los nuevos emprendedores. En la última década, a partir de 2006, también se ha hecho notoria la presencia del diseño con niveles de calidad desigual en muchos de estos negocios.
El Lineamiento 111 del Partido y la Revolución, que establece: “Potenciar la organización y el desarrollo de capacidades de servicios profesionales de Diseño, su integración a los sistemas institucional y empresarial del país”, parte de la premisa de la situación actual, caracterizada por la limitada inserción del diseño y sus causas de mayor importancia: la falta de información y de herramientas para comprender, emplear e insertar la profesión en todos los escenarios de desarrollo del país.
En tal sentido, se ratifica la necesidad de aprobar una Política de Diseño que pueda ser sistematizada y socializada por diferentes actores sociales: diseñadores, empleadores, decisores y la sociedad en general. La adopción de un sistema de acciones integradoras en las esferas de la producción, la formación y el ámbito sociocultural constituirá una herramienta vital para insertar de modo sistemático al diseño en nuestro contexto.
El objeto de la profesión del diseñador y sus competencias son componentes del modelo de profesional que necesitan ser comprendidos por interlocutores diversos. Como resultado de este enfoque, debe crecer el número de empresas y organizaciones que insertan el diseño en sus modelos de actuación y gestión, lo que permitirá una mayor calidad de los productos y servicios cubanos.
La adopción de un sistema de acciones integradoras en las esferas de la producción, la formación y el ámbito sociocultural constituirá una herramienta vital para insertar de modo sistemático al diseño en nuestro contexto.
En el ámbito de la formación se demanda, entre otras acciones, insertar contenidos sobre diseño en todos los niveles de la enseñanza general, potenciar los estudios de postgrado para diseñadores y la recalificación para especialistas de profesiones afines, así como generar salidas intermedias de técnicos medio en Diseño. De igual modo, es necesario incorporar temas de Diseño al Programa de Formación de Cuadros del Estado y del Gobierno, y elevar la presencia de especialistas y directivos de la Administración Pública, en los Programas de Maestrías y Doctorados en Diseño.
Con relación al ámbito productivo, urge potenciar un Modelo de Gestión de Diseño en las empresas y organizaciones, validar las producciones de bienes y servicios prioritarias para el desarrollo del país, con la aplicación del Sistema Nacional de Evaluación de la Calidad del Diseño, y hacer uso de la base de datos on line del Registro Nacional de Diseñadores, como interfaz conectora entre las empresas y organizaciones con los servicios profesionales de diseño que se demanden. Asimismo, se requiere la participación del diseño en la conceptualización de las inversiones, y la introducción en los presupuestos de las empresas y organizaciones de partidas específicas para el desarrollo de nuevos productos, imagen y comunicación.
El impacto del diseño en el ámbito sociocultural podrá ser alcanzado mediante el desarrollo de campañas de comunicación que aborden los temas vinculados al paradigma “Hecho en Cuba” o “Diseño cubano”, la presencia del Diseño en el entorno mediático a través de programas de televisión, Internet y medios impresos, además de la generación de espacios culturales que exhiban lo mejor de la tradición cultural del país. Para lograrlo, se necesita desarrollar alianzas estratégicas que vinculen lo mejor de nuestra artesanía, el arte y la industria nacional, y que permitan la inserción del Diseño en la comunidad, impactando el barrio, la escuela y los espacios de socialización con el apoyo y la voluntad política requeridos.
La articulación de las acciones antes referidas en una Política Nacional de Diseño constituirá una garantía para el Estado cubano, pues favorecerá el empleo óptimo de los recursos tanto materiales como humanos, la preservación del medio ambiente, y un mayor bienestar de la población, al propiciar un entorno que material y culturalmente eleve su calidad de vida, y tribute a la generación de respuestas socialmente responsables en correspondencia con la sociedad a que aspiramos.
Un colega querido, citado en este trabajo, ha comentado en varias oportunidades su gran sueño como diseñador: despertar un día y verse rodeado de un entorno de objetos cotidianos con diseño cubano. Para ello resulta vital promover desde el Diseño una cultura general que resalte el consumo responsable, la sostenibilidad y la prosperidad que nuestro modelo de desarrollo propone. Es necesario entonces un mejor diseño de nuestros productos, servicios y mensajes, que haría posible no solo el sueño de este amigo sino de tantos que, como él, añoramos alcanzar los derroteros hacia una nación próspera para el bienestar y la satisfacción de los cubanos, desde la convicción rotunda de que nadie nos vendrá a edificar el diseño que queremos y merecemos, ese que nos permite pensarnos la ecuación: mejor diseño = mejor país.
Notas:
1. La Oficina Nacional de Diseño Industrial y el Instituto Superior de Diseño Industrial fueron renombrados en 2007 como Oficina Nacional de Diseño e Instituto Superior de Diseño, respectivamente, a partir de la premisa de que ambas instituciones abarcaban dentro de sus funciones rectora y de formación las dos principales especialidades del diseño: industrial y de comunicación visual.
2. García-Espinosa Carrasco, P. et al. Propuesta de Política Nacional de Diseño para la República de Cuba, ONDi, febrero de 2016.
Muchas de las ideas expresadas en este artículo han sido tomadas del trabajo “Inserción del Diseño en el contexto social y productivo de Cuba”, de los autores MSc. Sergio Peña Martínez y la D.I. Gisela Herrero García, como parte de la defensa de su trabajo final en el XVIII Diplomado para Cuadros de la Administración Pública, en julio de 2017.
Tomado de Revista La Tiza No.4