Nuestro mensaje de independencia y soberanía con Diseño
El 9 de julio de 1980, hace exactamente 40 años, se fundó la que hoy es nuestra Oficina Nacional de Diseño (ONDi). Indudablemente, para esta celebración se impone un recuento de lo hecho y el homenaje a aquellos que pavimentaron lo que ha sido reconocido, dentro y fuera de Cuba, como una política pública pionera en favor del Diseño.
La Oficina se fundó con profesionales de diferentes saberes. La mayoría de ellos no se encuentra entre nosotros hoy, sin embargo, han mantenido afectos y colaboración y, en varios casos, una postura crítica que nos ha ayudado a crecer. Para todos ellos nuestro abrazo. Y para los que nos dejaron su legado, tenemos el recuerdo más que agradecido.
Aquellos inicios eran momentos de necesidad urgente para los países latinoamericanos y caribeños. Había que preparar capacidades de diseño vastas, con posibilidades de crear las tecnologías apropiadas, adaptadas a nuestras condiciones y recursos sociales y económicos para liberarnos de la dependencia económica. Esta era una de las claves del pensamiento de Iván Espín, uno de nuestros líderes fundadores. A la diseñadora Clara Porset y a él debemos la visión temprana de formar diseñadores para participar en esos esfuerzos del país por elevar la calidad de vida del pueblo en los principios revolucionarios. Sus desvelos y la preclaridad de Fidel para ver todo lo que el diseño podía hacer por el desarrollo y la soberanía de la Isla, confluyeron para dar a luz a la Oficina.
Hoy le debemos nuestro reconocimiento a Carlos Rafael Rodríguez, vicepresidente del Consejo de Ministros en la década de nuestra fundación, quien declarara que “lo que es bueno para la exportación tiene que ser bueno para el mercado nacional, porque si somos capaces de exportar un producto bien hecho, no tenemos derecho de darle a nuestro pueblo un producto mal hecho”. Y se atrevió con total convicción a respaldar la decisión del 2do. Congreso del Partido, que incluyó al diseño como un elemento dinamizador de la economía en los Lineamientos del desarrollo económico.
Gratitud y admiración especial le debemos al Dr. José Cuendias, El Pepe para muchos, que guio por varios años y con un esfuerzo épico a la ONDi y a la universidad cubana del diseño simultáneamente. Fue un verdadero luchador por la causa del diseño cubano, y mucho reportó a la inserción de la profesión en la sociedad cubana.
En estos primeros 40 años ha habido logros. La labor de evaluación del diseño de los productos cubanos y su vinculación a los procesos de certificación de calidad, las escuelas ramales de diseño en la industria, la asunción del Taller Escuela Experimental de Diseño fundado por Vilma en el 1966 y, como paso estratégico para el futuro, la creación en 1984 del ahora Instituto Superior de Diseño. Algunas de esas victorias, lamentablemente, son ahora de nuevo batallas por ganar.
En los 90 se impulsó la industria turística, la biotecnológica y farmacéutica, el desarrollo de las identidades visuales para los Organismos de la Administración Central del Estado, el diseño de equipos médicos con el Instituto Central de Investigación Digital, el abordaje de problemáticas del transporte urbano, como el proyecto del Trenbus en pleno Período Especial, y fueron asumidos importantes proyectos gráficos para la Batalla de Ideas, entre otros trabajos de alto encargo estatal como la marca país.
Podemos enorgullecernos, además, de la entrega de premios estatales como incentivo por el trabajo de nuestros profesionales, de la creación del Registro Nacional de Diseño, de la propuesta de una Política Nacional de Diseño que garantice y potencie jurídicamente la integración del diseño a la industria y la sociedad, de la realización de las Bienales y Semanas de Diseño, de la Revista Cubana de Diseño La Tiza y de la capacidad movilizadora y de respuesta de nuestra comunidad de profesionales ante situaciones adversas como la actual pandemia de la Covid-19.
Pero, como humanos y cubanos, somos eternos inconformes. La realidad de una sociedad equitativa y culta pasa, inevitablemente, por una calidad de vida más elevada en el orden material y, consecuentemente, por una presencia prominente del Diseño en el entorno del cubano. “Creemos firmemente que aún en las empresas y centros donde el diseño ha alcanzado resultados, estos son insuficientes. La Revolución puede marcar pautas con buen diseño en todos los programas que desarrollamos. Al igual que podemos respaldar con médicos y maestros nuestra labor internacionalista, lo podemos hacer con equipos médicos y muebles escolares. Pero no copiando o maquilando. Sino desarrollando productos que lleven consigo también nuestro mensaje de independencia y soberanía con diseño”.[1] Este ha sido el pensamiento claro de nuestros fundadores y de los líderes que han dejado su impronta en la Oficina, y el que compartimos hoy los que queremos una Cuba próspera.
Este es el momento de erradicar para siempre el mito de que el diseño es un gasto, es el momento de hacer realidad en nuestro país ―que sufre notables limitaciones materiales―, su definitiva presencia en organizaciones productivas, culturales, políticas y de bien público como parte de su gestión y sus procesos de funcionamiento, y es imprescindible el apoyo de los decisores para estimularlo económicamente. El diseño es inversión en la calidad de los productos, los servicios y los entornos. Diseño es no depreciar un excelente ron cubano detrás de una etiqueta que todo cliente va a ignorar. Diseño es ahorrar millones en envases cubanos hechos con fibras nacionales y no salir a comprarlos para poder comercializar la exquisita miel polifloral. El diseño es, sin dudas, el que permite que estemos cómodos sentados por más de dos horas en el mismo bello asiento. Diseño, sin cuestionamiento, es que los jóvenes y adolescentes quieran llevar al Che o su marca país en la ropa, y sientan orgullo. Diseño es competitividad en el mercado y generación de utilidades, diseño es el bienestar que merece nuestro pueblo esforzado.
Y la capacidad profesional de nuestros diseñadores ha probado, en condiciones difíciles, que puede asumir estos retos con sobresaliente. Somos unos convencidos de que el diseño Hecho en Cuba es posible y, más que posible, es inevitable. Pero los enfoques actuales han de cambiar. Para ello es necesario pensar primero como usuarios. Y luego, apostar por un día a día y un futuro cercano que use las insospechadas reservas de las industrias creativas y las industrias culturales, que beba del poder local y trabaje con las manos artesanas y las tradiciones en función de productos, servicios y entornos autóctonos, con sello de excelencia, que atraen el respeto de clientes y usuarios de todo el mundo y sustentan una economía maciza y creciente.
Para conseguirlo urge potenciar un modelo de gestión de diseño para empresas y organizaciones, validar las producciones de bienes y servicios con la aplicación del Sistema Nacional de Evaluación de la Calidad del Diseño y usar el mapa país que tiene el Registro como conexión de las empresas y organizaciones con los servicios profesionales de diseño. Es imprescindible la participación del diseño en la planificación de las inversiones, y la introducción ―en los presupuestos de las empresas y organizaciones― de partidas específicas para el desarrollo de nuevos productos, imagen y comunicación. Estas acciones, articuladas en una Política Nacional de Diseño, favorecerán el empleo óptimo de los recursos materiales y humanos, la preservación del medioambiente, y mayor bienestar a la población, lo que se traduce, en resumen, en garantías de progreso y sostenibilidad.
Un querido colega ha comentado en varias oportunidades su gran sueño como diseñador: despertar un día y verse en un entorno de objetos cotidianos con diseño cubano, desde la convicción rotunda de que nadie vendrá a edificarnos el diseño que queremos y merecemos.
Ese es el desafío que la ONDi enfrenta a sus 40 años: movilizar las fuerzas con que cuenta Cuba para el noble empeño de salvaguardar nuestro hábitat con logros tangibles para todos los cubanos y cubanas. Nosotros, los integrantes de su pequeño colectivo y la comunidad de diseñadores cubanos, no ahorraremos esfuerzos por hacer realidad el porvenir, convencidos de que con más y mejor diseño tendremos un mejor país, siempre soberano y con la autorrealización que reafirma nuestro orgullo de ser cubanos. Hagamos que se vea.
[1] Palabras de José Cuendias en su discurso con motivo del XX aniversario de la fundación del ISDi, el 7 de diciembre de 2004.