«Sanas Palabras» 13 de julio
13 de julio
Hoy se cumplen tres meses de nuestro arribo a Turín. No he dejado de escribir un solo día: son más de 90 pequeñas crónicas y perfiles. Hoy, la brigada fue homenajeada por la Gobernación de Piamonte. Previamente, el Consejo Regional había aprobado un Reconocimiento al Honor por méritos civiles, para cada miembro de la brigada cubana. Las noticias ya circulan. Mañana será el último homenaje en la Alcaldía de la Ciudad, precisamente en el que fuera primer Parlamento de la República italiana. Pero, agotado y empachado de emociones, prefiero hablar de otro de nuestros brigadistas.
Tiene una risa contagiosa, y ríe con facilidad. El doctor Silvio Daudinot Montero es de las personas que alegran a los demás con su presencia. Se me escabulle para las entrevistas, pero está presto a servirme cuando necesito que alguien me ayude, o se aparece un día con fotos que me ha tomado a escondidas, para que el fotógrafo, dice, tenga las suyas. No tuvo hijos y, sin embargo, es padre. “Crié a dos muchachos desde que eran pequeños, y son mis hijos. La mayor ya es doctora, tiene 31 años, y está incorporada a la batalla contra la Covid; el otro es cuentapropista. Los dos tienen hijos. El varón, con sus 28 años, tiene tres, y ella, una hija, así que también soy abuelo.”
Beatriz Leonard, su actual compañera fue, hasta hace muy poco tiempo, profesora de Inglés en la Universidad de Ciencias Médicas. “Nos conocimos allí, fue amor a primera vista” —me dice Silvio. “Nos miramos, y parece que hubo algo que nos llamó la atención. Éramos compañeros de trabajo, los dos profesores, yo de MGI y ella de Inglés, y un buen día surgió otro tipo de relación. Ella tiene tres hijos, la más chiquita ya cumplió 18 y empieza a estudiar medicina ahora, esa también es mi hija.”
Siempre quiso ser médico desde pequeño. Su hermana es enfermera. Y para fastidiar un día le dijeron a la madre que su hermana y él trabajarían en Comunales. Entonces, muy seria, respondió: “ese es un buen oficio, mientras lo hagan bien, cualquier trabajo es digno”. Aprendió la lección. Son cuatro hermanos, de los tres varones es el menor, nacido y criado en Playa.
“Estuve en Pakistán en el 2005 con el primer grupo de la Henry Reeve —cuenta. Y del 2012 al 2014 en Angola. Esta misión a Italia realmente fue una sorpresa, aunque yo estaba preparado para que en algún momento me llamaran, no para salir del país, sino para trabajar en Cuba. Fue una sorpresa. Una tarde yo me encontraba en el Departamento, llaman, agarro el teléfono y la persona del otro lado de la línea me saluda, y me dice, ‘lo único que quiero saber es tu disposición a cumplir una misión’. Yo me reí, algo característico en mí, y le dije: yo soy de la vieja guardia, estoy listo para lo que sea. Eso fue todo. Esta experiencia ha sido extraordinaria, única, nos ha marcado. Yo todavía llevo en la piel a Pakistán, a pesar del tiempo transcurrido nunca logré borrar ni lo bueno ni lo malo de Pakistán. Vimos muchas cosas malas allá, por supuesto, siempre entristece el sufrimiento humano, y vimos muchas cosas buenas, porque hubo grandes muestras de gratitud por parte de ese pueblo que apenas nos conocía y que repetía constantemente que nosotros éramos ángeles caídos del cielo. Pero Italia es algo inmenso, que se une quizás, a la experiencia adquirida. Aquí nos recibió con cariño un pueblo que sufría y hoy nos despide con más cariño aún, es algo inolvidable.”
Enrique Ubieta