Virgen de la Calidad
Por Ernesto Niebla Chalita
Un fantasma recorre Cuba: la chapucería. Instalada en el habitus del cubano promedio, este mal acompaña nuestra cotidianidad, irrumpiendo en todos sus intersticios. Obras, procesos, medios de comunicación, productos y servicios evidencian su expansión, dando muestras de su acoplamiento en el modo de producción, su indetectabilidad para el aparato mediador del Estado y la configuración de prácticas que propician su reproducción.
Desde su existencia como República en Armas la sociedad cubana ha aprendido a desarrollarse en condiciones de vida en resistencia. El primer gobierno republicano no gobernaba más que el suelo hoyado por el casco de sus caballos (al decir de nuestro historiador Eusebio Leal); sin embargo, cargaban sobre sus lomos, junto al escaso parque y la indumentaria, las prensas con que se imprimiera en la manigua El Cubano Libre.
Los últimos sesenta años, marcados por el asedio económico de Estados Unidos, antaño aliado y dueño de esta Isla, determinan cualquier análisis sobre la producción material y su correspondiente imaginario en la Cuba de hoy. Este encono planificado para dañar la calidad de vida de nuestro pueblo, caracterizado por la escasez financiera, material, tecnológica, crediticia, de suministros, de mercados; que ha llegado en sus momentos más álgidos a estar a punto de llevar al mundo a un conflicto nuclear, tiene también a la calidad entre sus víctimas.
Esta confrontación ayuda a explicar, en parte, nuestra cultura de la inventiva como recurso de resistencia; pero, en paralelo, también ayuda a comprender la adaptación y degradación de las prácticas sociales, culturales y productivas provocada, entre muchos factores, por: la escasez, las decisiones económicas condicionadas por la necesidad de preservar la justicia social como fiel de la balanza de la obra de la Revolución, la emigración de la mano de obra calificada, el deterioro de los oficios, las malas prácticas derivadas de la hipertrofia burocrática de nuestro sistema social, los deficitarios sistemas de control y gerenciales, así como la condición popular intrínseca de este proceso que más de medio siglo después de su eclosión se mantiene vigente.

La calidad, incluida la del diseño, es un factor de creación de ciudadanía, de civismo.
La lógica de plaza sitiada ha sido el mejor aliado de la chapucería, hija del burocratismo, distante de aquella concepción primigenia de la burocracia concebida por Weber 1 a principios del siglo pasado que idealizaba un sistema eficiente y racional de toma de decisiones y un medio de control efectivo sobre los seres humanos. Nuestro burocratismo, que habita todos los procesos de mediación-sociales, técnicos, ideológicos, económicos, políticos, culturales y mediáticos— condiciona y regula el alcance de los procesos de cambio y participación. “En el ejercicio del poder burocrático es vital la cuestión de quiénes merecen ejercer a plenitud la participación: si funcionarios, expertos o ciudadanos. La experiencia muestra que ese es el orden tenido por adecuado en ese modelo”2.
Basto
Un subproducto de esta concepción burocrática es un proceso de marginalización consciente de sectores poblacionales, que son consecuencia de los factores sociales, económicos, políticos y psicológicos en el corpus social cubano, con una afectación básica de su espiritualidad. Este arquetipo se caracteriza por el monoconsumo estético, el desarraigo participativo, la asunción acrítica de códigos marginales, la renuncia a la superación mediante el estudio, la cosificación, el culto al dinero y el reconocimiento de un criterio de legitimidad en la calidad de lo foráneo.

Los administradores que diseñan serían un ejemplo de ese modelo humano al que se le podría denominar Homo Neglectus.
A este modelo humano más allá de su sexo se le pudiera denominar Homo Chapuis3, pero es preferible el término Neglectus4. Esencialmente, ellos son los intrusos profesionales. Los albañiles sin regla y sin plomada. Los arquitectos de despacho cuyo casco es un pisapapeles. Los soberbios diseñadores de plantillas. Los administradores que diseñan.
Desde el entorno urbano y doméstico, hasta lo más íntimo de los usos y las funciones, se fractura la calidad entre malas terminaciones que no atienden más que a la precariedad del oficiante que, autoempoderado, interviene desde su desconocimiento definiendo lo basto como canon. Suerte de estetización difusa disfuncional de la sociedad.
Forense / Prospectivo
Cuba cuenta con diversas instituciones dedicadas a la consecución de la calidad de las producciones a escala estatal. Otorga la Marca Estatal de Calidad para aquellos productos acreedores de la misma; posee movimientos y asociaciones de innovadores y racionalizadores. Sin embargo, los estándares de la producción material con frecuencia están más próximos al artefacto ingenieril, que al diseño. Lo que en casi todos los casos se echa a ver, pues no depende de mayores presupuestos, inversiones o mercados, y resulta básicamente un asunto de recursos humanos y de las mediaciones que se establecen en torno a ellos, donde desempeña un rol determinante la formación.
El abordaje realizado sobre la calidad del diseño —y el diseño en general— puede hacerse desde dos perspectivas: una forense y otra prospectiva. Hasta el presente los empeños para que el diseño se constituya en cotidianidad en Cuba han tenido avances muy disparejos y con un rédito relativamente bajo.
En diciembre de 2018, la Oficina Nacional de Diseño publicó su actualización al Sistema Nacional de Evaluación de la Calidad del Diseño (SNECD), Volumen I. Trabajo impresionante que constituye hoja de vida de algunos de nuestros colegas de la ONDi, consagrados a dicha tarea hace más de una década. Las 158 páginas de dicho documento recogen las especificaciones y metodología concebidas para evaluar los resultados y la actividad en las condiciones de Cuba. Este, junto a los controles gubernamentales y demás acciones evaluativas, constituyen abordajes hechos desde una perspectiva forense, posterior al hecho de diseño, aunque el SNECD concibe evaluar las inversiones. No obstante, es interesante señalar la necesidad y la urgencia de cubrir abordajes más prospectivos desde la formación, para que la escuela cubana comience a entregar a la sociedad individuos mejor preparados y aptos para percibir racionalmente la calidad del diseño en un lapso razonablemente breve.
La educación cubana tiene una reputación bien ganada a nivel internacional. Cuba fue el primer país de Latinoamérica en alfabetizar a toda su población, lo que sentó las bases de una transformación social sin precedentes. Sin embargo, la escuela cubana, de cara a los desafíos del siglo XXI, demanda otro nivel de pensamiento, conocimientos, competencias y habilidades.

Productos de excelente factura intrínseca son envasados en precarias presentaciones.
La institucionalidad cubana del diseño tiene la oportunidad de establecer los puentes necesarios de una alianza estratégica con el Ministerio de Educación, y el subsistema de enseñanza artística del Ministerio de Cultura, de modo que el diseño curricular de estos niveles educativos y sus medios de enseñanza contemplen el aprendizaje de nociones tanto estéticas como utilitarias propias del diseño.
En paralelo, los medios también debieran incorporarse a dicho esfuerzo. Según Chomsky, “Antes de alcanzar la edad de doce años, un niño habrá visto, en Francia, unos cien mil anuncios que, subrepticiamente, van a contribuir a hacerle interiorizar las normas ideológicas dominantes. Y enseñarle criterios consensuales de lo bello, el bien, lo justo y lo verdadero; es decir, los cuatro valores morales sobre los cuales se edificará para siempre su visión moral y estética del mundo.”5
Visibilizar la calidad
El Estado y gobierno cubanos han definido seis sectores estratégicos para el desarrollo del país: el turismo, la producción de alimentos, la Industria Biotecnológica y Farmacéutica, los servicios profesionales en el exterior, el sector electroenergético y la construcción. En todos ellos, de un modo o de otro, el diseño posee un cometido funcional e institucional. No obstante, individualmente, en cada uno existen áreas álgidas que reclaman un mayor empeño en el desarrollo y profundización de la calidad de diseño porque son más perceptibles, ellas son: la educación, la vivienda, los medios de comunicación, el cambio de la matriz energética, los servicios públicos y el sector de los envases y embalajes, todos ellos marcados transversalmente por el envejecimiento poblacional, el cambio climático y la gobernabilidad.
Repasemos someramente tres de ellos:
La vivienda (la construcción, la arquitectura, el diseño, la ciencia). Hasta junio de 2017 en Cuba existían 3 864 861 viviendas 6. El censo de 2012 refleja que el 75,2 % de dicho fondo habitacional fue construido después de 1959, y que por cada unidad viven 3,6 personas. De ese fondo, el 39 % se encuentra en regular y mal estado. Un millón 956 329 viviendas (51 %) son de cubierta ligera. Con afectaciones climatológicas 209 861 viviendas, de las cuales 60 975 son derrumbes totales. Dañadas por los huracanes 61 245 viviendas. Asuntos como el cambio climático obligan a replantear las deficientes concepciones constructivas que están reconfigurando por defecto el hábitat inmediato del cubano.
El gobierno ha señalado la atención en tres direcciones: estimular la producción local de materiales de la construcción, la construcción con esfuerzos propios por parte de la población y el desarrollo e investigación de nuevos materiales en alianza estratégica con las universidades. ¿Va el diseño a observar desde las gradas esta enorme oportunidad?
Los servicios públicos. Curiosamente, llevamos haciendo colas hace medio siglo, por causa de la escasez impuesta a contramano; sin embargo, por causa propia llevamos haciendo malas colas porque nadie ha invertido conocimiento y esfuerzo en optimizarlas. Como parte de este enfoque, el espacio público necesita ser reabordado y reconceptualizado desde una perspectiva de servicios, de eficiencia de las operaciones y de ahorro generalizado, porque el tiempo es también una variable económica. Una cajera de banco hoy puede invertir una media de 7 minutos por cliente (oscilando entre 1 y 15 minutos), lo que significa que en 8 horas de servicio solo puede atender a 64 personas.
Los envases y embalajes. Los canales de distribución creados por el Estado cubano para proteger a su población son potenciadores de la calidad de los productos que distribuye, ya sea para bien o para mal. Muchos de ellos de excelente factura intrínseca son envasados en precarias presentaciones que dejan mucho que desear.
Este sector proyectó el pasado año un crecimiento de un 35 %7. Si ese porciento se tradujera en satisfacción de los clientes, el país sería un porciento más gobernable.
El dilema de la invisibilidad
¿Cómo demostrar la pertinencia de la calidad del diseño? Más, cuando el diseño ha instalado la falsa concepción de que todo lo que hace es correcto. Hay soluciones de diseño malas, disfuncionales, mediocres. A veces tiene relación con el diseñador, a veces con las condiciones en que se desarrolla el proceso de trabajo. La disyuntiva más compleja de este asunto es enseñar masivamente a detectar la buena calidad o su reverso; se contribuiría con ello a salvar el espacio público de los detritus entusiastas provenientes del sector estatal, privado o cooperativo.
Lo que aparenta estar claro es que la calidad del diseño, y la calidad en sentido general, debiera ser aprendida, por lo menos aquellos parámetros estándares que permitan su reconocimiento consciente por parte de los individuos. La calidad es un factor de creación de ciudadanía, de civismo. La recién aprobada Constitución de la República declara en varios de sus artículos de los Derechos de los Ciudadanos, a la calidad entre sus objetivos más caros. No se trata solamente del derecho a la educación o a la salud, sino el derecho a recibirlos con la mayor calidad que sea posible alcanzar.
Un proceso de sesenta años no puede aspirar sino a eso; por tanto, la calidad es también un factor de soberanía, de felicidad social. Basada en la dignidad del individuo, la Revolución Cubana inauguró un sentido de calidad en cientos de realizaciones, por ello ha sido combatida con perseverante odio. Causa por la que tiene el deber de mejorar sus modos de producción, para que sus ciudadanos sean mejores. El diseño y los diseñadores tienen ante sí los remos —en su espacio y escala— para que la calidad sea también patrona de esta Isla.
A veces la crudeza de nuestra realidad tan poliédrica incomoda. A veces su exposición cobra más importancia que la realidad misma; sin embargo, si la aspereza de este ejercicio nos produjera vergüenza pensemos más en su utilidad. Me permito citar a Fidel Castro, quién, al comunicar públicamente el fracaso de la zafra de 1970, expresó: “Bienvenida la vergüenza”.
NOTAS
1 Max Weber
2 Valdés Navia, Mario J., La tríada burócratas-burocracia-burocratismo y la hora actual de Cuba, Revista Temas, No. 80-81
3 Chapucero, en francés antiguo.
4 Indolente, del latín.
5 Chomsky, Noam. Libertad y Justicia. Madrid, 1999, p.47.
6 Figueredo Reinaldo, Oscar; Concepción, José Raúl; Doimeadios Guerrero, Dianet. Viviendas en Cuba: Carencias, prioridades y perspectivas, en Cubadebate, 18 de diciembre de 2018.
7 Martínez, Leticia. Estiman 35 % de crecimiento en producción nacional de envases y embalajes al cierre de 2018, Cubadebate, 25 de octubre de 2018.
Tomado de la Revista Cubana de Diseño La Tiza