7 septiembre, 2020

Voy a diseñar hasta el último momento

Por Ivette Leyva García
Fotos: Cortesía del entrevistado

En el 2021 se cumplirá una década de que Sergio Luis Peña fuera nombrado rector del Instituto Superior de Diseño (ISDi), cargo que derivó a la nomenclatura de “director” en 2017, cuando la escuela se integró a la Universidad de La Habana. Antes, el Instituto había estado subordinado al Ministerio de Educación Superior, directamente y, en momentos previos, a la Oficina Nacional de Diseño (ONDi), que a su vez era entidad adscripta al Ministerio de Economía y Planificación.

Todos estos cambios los ha vivido Sergio de primera mano porque, de los 36 años que cumplirá de fundado el ISDi, él no se ha perdido ni uno. Entró en el 84, cuando abrió sus puertas la desconocida escuela, se graduó y ocupó diversas responsabilidades en el Instituto hasta que le llegó la más difícil de todas: darle continuidad a la obra rectora que durante 20 años había realizado el también director de la Oficina Nacional de Diseño, José (Pepe) Cuendias, cuando este —en palabras del propio Peña—cometió su único error, “irse antes de tiempo”.

Así lo declara con voz firme en el documental Cuendias entre nosotros, realizado a finales de 2012, en homenaje al líder y maestro. Lo dice mirando a cámara y pone tras el punto final una media sonrisa, como si no le corriera por el cuerpo un frío abismal, un ahogo, un temblor de hijo espiritual huérfano… pero sus ojos lo delatan. Al diseñador Sergio Luis Peña siempre lo delatan los ojos y esa risa inconclusa, con la cual intenta ponerle menos gravedad a las cosas que lo estremecen en la vida.

Pero, cuando empezamos esta entrevista, ninguna de esas señales asoma, no todavía. El diálogo, aunque podría haber sido en el ISDi, transcurre en su casa; da igual. La locación, en este caso, no marca diferencia alguna porque en ambos espacios se respira hogar y diseño. Literalmente, la familia de Peña se ha construido sobre los cimientos de la profesión y su enseñanza.

¿Por qué, entre tantos caminos, elegir desde el principio el de la Academia?, es la pregunta con que iniciamos.

-Me  gusta dar y recibir en equilibrio, y creo que eso lo consigo fundamentalmente en la escuela; que para mí significa entrega desinteresada, reto profesional, alega Sergio. “En ella uno constantemente se está superando, aprendiendo de los demás. La diversidad de problemas que se resuelven desde ese espacio permite formarse una visión más amplia de los procesos, no ceñida a un sector específico. A la par, la herencia de mi mamá, maestra, seguro ejerció una influencia.

“A cargo del Instituto me quedo a inicios del 2011, cuando se decide separar organizacionalmente al ISDi de la ONDi. Ciertamente, nuestra generación debe agradecer a quienes nos antecedieron el habernos formado pensando en que algún día nosotros asumiríamos los roles directivos; lo hicieron con naturalidad, lejos de toda ambición de poder.

“Nosotros no queríamos ser jefes porque sí, sino para aportar nuevas ideas a la formación de diseño y, quienes nos prepararon, nunca nos miraron con recelo; supongo que nosotros les hayamos sembrado la confianza de que lo haríamos lo mejor posible. Nos entregaron todo, nos formaron en valores, nos complementaron: los nuevos llegábamos con la juventud y el ímpetu; ellos tenían la experiencia y la sabiduría. El equilibrio que logramos fue lo que sostuvo el trabajo del Instituto y la Oficina en sus mejores momentos. Discutíamos, claro, Cuendias y yo nos -fajábamos- a cada rato, como padre e hijo, pero de esas divergencias salían resultados positivos. Aunque casi siempre él tenía la razón, la poca que yo tuviera la reconocía, la incorporaba… En general, nos dieron mucha participación, muchísimo protagonismo”.

¿Cómo se fomenta en un joven estudiante alquizareño el interés por estudiar esta carrera, inaugurada en nuestro país con su generación?

-Es una historia interesante… Siempre me gustó dibujar y, gracias a ello, casi me encamino por las artes plásticas; pero, en un pueblo de campo de la época, existía mucho prejuicio en torno a la formación, había que ser “un profesional” y el artista no encajaba en esa categoría en el imaginario popular.

“También recuerdo que, desde muy joven, ya intuía que debía escoger un camino en el cual explotara la creatividad, la capacidad de crear… Llegué a pensar en la robótica o en sistemas automatizados de dirección. Mientras cursaba el 11no. grado, el gobierno mexicano ofreció una beca mediante la cual se seleccionaron cinco estudiantes cubanos de Arquitectura para ir a formarse a ese país durante el 5to. y 6to.años, como diseñadores. En ese grupo entró una de mis hermanas, a quien debo el acercamiento más fiel a la profesión.

“Un día llegó la noticia de la fundación del ISDi. Sin pensarlo más, me presenté a las pruebas de aptitud. ¡Fueron los exámenes más difíciles que te puedas imaginar! A todos los que aprobamos aquel día debían habernos dado el título al momento. Nos pidieron de todo: hacer un logotipo, un puente de cartón, dibujar una máquina de moler despiezada (yo que en mi vida había molido), una mochila para ir de campismo… Eran pruebas diseñadas por profesores alemanes, de las cuales no teníamos ningún referente.

“Tras aprobar me informaron que no tendríamos residencia de becarios, así que los primeros años tuve que hacerlos viajando diariamente, de Alquízar a La Habana y viceversa… con la dificultad adicional de lidiar con el transporte, que nunca ha estado bueno” —dice con mohín de jaranero, y adereza con la anécdota, dolorosa, de que una vez se quedó dormido y, al bajarse del ómnibus, olvidó los planos del proyecto que debía entregar.

“A pesar de las dificultades iniciales, fue la mejor decisión que tomé en mi vida. Las habilidades para dibujar, la capacidad para pensar el mundo de manera tridimensional y la sed de crear, son los componentes de la mezcla que necesita un diseñador”.

Patio del Instituto Superior de Diseño

A propósito de la alusión a las pruebas de aptitud… Muchos de sus colegas siguen defendiendo la importancia de este requisito para acceder a la carrera de Diseño; en contraste con la decisión, tomada hace algunos años, de eliminar los exámenes, ¿por qué dejaron de realizarse?

-Siempre que se pueda escoger y se cuente con un buen instrumento de selección -algo muy complejo de lograr- es mejor; en eso estamos de acuerdo. Si yo pudiera seleccionar a los estudiantes que entran al Instituto, lo seguiría haciendo; pero las circunstancias en las que se estaba desarrollando ese proceso no lo hacían conveniente.

“Evaluamos tres elementos contundentes para optar por la eliminación de estas pruebas: primero, una persona entrenada podía llegar a obtener mejores resultados que una con talento; el ejercicio de un día definía sobre la vida de muchachos que quizás eran buenos, pero en ese momento no salían bien, se ponían nerviosos, lo cual no era justo.

“Segundo, hicimos un estudio comparado que arrojó interesantes resultados: como generalidad, los alumnos buenos en diseño coincidían con tener buenos promedios. Ello apoyaba el tercer argumento: ¿para qué invertir tantos recursos en una comisión viajando por todo el país si, al final, esta seleccionaría en su gran mayoría a los mismos estudiantes que, por sus notas, hubieran entrado al Instituto de cualquier manera?

“Por otro lado, contra el riesgo de que un estudiante con elevado escalafón accediera a la carrera sin un mínimo de potencialidades, fomentamos una especie de autoevaluación: las pruebas de aptitud aplicadas históricamente se publicaron. Todo interesado puede hacerlas, constatar si se siente con habilidades para el diseño o no y ser responsable de lo que solicita.

“De esta manera, no depende de un jurado externo decidir qué cosa va a estudiar cada quien. ¿Por qué va a venir una persona a decirte que con 99 de promedio no puedes ser diseñador? ¿Porque no dibujas bien? El dibujo ya no es la esencia de la carrera, digamos que es un 20%; el 80% lo determina la creatividad, la capacidad analítica, de razonamiento.

“Ah, es verdad que se necesita una herramienta para comunicar el resultado del pensamiento de diseño, pero cada día las tecnologías nos facilitan más ese camino. Hoy podemos asegurar que todos los alumnos del Instituto son mejores estudiantes, aunque no sean mejores dibujantes”.

-Existe otro asunto polémico sobre el cual nos interesa su valoración. En el 2019 usted logró alcanzar, por primera vez en nuestro país, el grado de doctor mediante la defensa de una tesis sobre diseño. Ello expresa un objetivo que el ISDi ha promovido en los últimos años, la formación de posgrado. En contraposición, algunos expertos siguen defendiendo la no cientificidad del diseño, su carácter de oficio…

-El diseño puede que no sea una ciencia, pero tampoco es solo un oficio; se trata de una profesión que combina lo cognitivo, lo actitudinal, lo axiológico; mezcla que en el mundo categorial se denomina “competencias”.

“Se investiga mucho sobre los comportamientos del ser humano, y todo eso hay que estudiarlo desde la especialidad, porque para el ser humano trabajamos. Detrás de cada decisión de diseño deberían existir  investigaciones científicas que avalaran los resultados proyectuales.

“Los programas de doctorados y maestrías lo que hacen es formar a personas capaces de organizar la solución a un problema de manera metodológica, con acciones que tengan respaldo y credibilidad; algo que, a veces, le ha faltado al diseño. En ocasiones nos movemos en criterios de -a mí me gusta eso-, -a mí lo otro-, y ahí se acaba la objetividad de la conversación. Hay que tener elementos científicos que no siempre manejamos de manera suficiente. En este sentido, la ciencia complementa al diseño”.

Además de alcanzar el título de doctor, en mayo del 2019 se convirtió usted en el primer graduado del ISDi en obtener el Premio Nacional de Diseño. Sus primeras palabras en el acto de entrega fueron atípicas: “Yo creía que aún no estaba en edad de merecer”. ¿Por qué?

-Primero, pienso que me queda mucho por aportar en la vida.

“A la par, creo que la generación nuestra ha hecho suficiente como para que se le reconozca, pero hablamos de un premio por la obra de toda la vida que me otorgan estando aún joven. Vaya, me van a tener que dar otro dentro de 20 años-sonríe, y aparece de nuevo en el diálogo el complemento del humor para calzar una idea-.

“Pienso vivir mucho y diseñar hasta el último momento, siento que lo mejor que puedo crear todavía no lo he hecho”.

-También fue notable que en ese propio acto le dedicara un enfático reconocimiento a su equipo de trabajo…

-Respecto a eso tengo una máxima que siempre he compartido: el diseño es uno solo y, a la vez, no se hace solo. Es uno solo en tanto actitud ante la vida, como postura ante la realidad. Un diseñador preparado y con experiencia es capaz de enfrentar proyectos de cualquier esfera de actuación. Lo que diferencia una de otra son determinados elementos tecnológicos o habilidades particulares que se pueden aprender o resolver con el trabajo mancomunado.

“En la medida en que uno se desarrolla en modos de actuación superiores al proyectual -evaluación, investigación, gestión- está más preparado para dirigir equipos, articular ideas, aportar conocimientos y tener una visión integradora de la solución a un problema, el cual puede precisar de varias esferas (espacio, gráfica, audiovisual, máquina, web). El enfoque de diseño es lo que determina la capacidad de respuesta, y esta fortaleza se forma en el postgrado… y en la vida.

“También afirmo que el diseño no lo hace uno solo. Ninguno de los proyectos que he realizado es únicamente mío, en todos me he visto acompañado de otros diseñadores o especialistas de diferentes materias. Un proyecto de diseño no es la obra de un demiurgo, de alguien a quien le baja la musa. Es fruto de la creación colectiva.

“Por otra parte, conducir un equipo de trabajo requiere de saber poner en práctica una visión integradora. Debemos salir de esos compartimentos excluyentes, -que si tú eres industrial y yo gráfico-, -que si mi mundo es el plano y el tuyo el tridimensional-. No, nuestro mundo como diseñadores es el de la resolución de problemas, la búsqueda de soluciones. Esa capacidad de gestión es la que nos permite identificar al mejor profesional para dar respuesta a cada problemática.

“A veces tratamos de resolver algo solo con lo que sabemos y así, por ejemplo, le aconsejamos a una empresa colocar un cartel más grande en el lobby para mejorar su comunicación, cuando en realidad le bastaría con cambiar de lugar el buró de la recepcionista. Hay que tener un espectro amplio de modos y esferas de actuación para poder ofrecer soluciones integrales”.

¿Qué tipología de proyectos le atrae más?

-Disfruto mucho diseñar productos, equipos, artefactos manejables; pero también es lo que menos hago en correspondencia con la escasa demanda del contexto. En otra escala me atrae el mobiliario, que es lo que más podemos hacer aquí, dentro de lo objetual. Eso me lleva al espacio, esfera en la que más trabajo.

Me interesan los problemas complejos que integran la comunicación, la identidad, objetos, máquinas, el espacio y sus relaciones funcionales. Soy diseñador industrial y la comunicación visual la asumo con placer y determinado desenfado; creo que el acto de elegir elementos sígnicos en representación de otros tiene mucha poesía. Esa intención de comunicar poéticamente es una deuda que tengo con el diseño; motivación inculcada por nuestro amigo, Marcial Dacal. Aunque he diseñado muchas marcas, todavía no siento que haya logrado cumplir totalmente con ese anhelo.

“Si pudiera dar cabida a un sueño tendría un estudio para hacer equipos médicos; sería una buena manera de acercarme a una profesión -la Medicina- que me atrae y que nunca hubiera podido estudiar por temas de aptitud. También me gusta lo referido al envase, aunque en la práctica no haya incursionado mucho en esta esfera; es una de las que más ciencia tiene detrás y con la que todavía tenemos muchos pendientes”.

-Ha tocado dos temas significativos, el de la producción de equipos médicos, que complementaría todas las fortalezas de nuestro sistema de salud, y el de los envases, el cual resulta un elemento clave en los llamados “encadenamientos productivos”.

¿Por qué parecieran ir por un lado las demandas del país y, por otro, las potencialidades del diseño? ¿Por qué se nos revela este como un eslabón perdido dentro de los “encadenamientos”?

-El eslabón no está perdido; en mi criterio, simplemente nunca ha existido. El modelo económico nuestro no tiene claro el rol del diseño en el desarrollo de nuevos productos. En una realidad de demanda como la nuestra, donde la gente agradece que haya un “pomo” de aceite en la bodega, aunque sea sin etiqueta, el diseño deja de tener sentido como elemento de posicionamiento, de competitividad ante el mercado.

¿Cuál sería el rol del diseño en nuestro contexto, para el ejemplo del aceite? Que esa botella se fabrique con la menor cantidad de plástico posible, que sea reutilizable, que tenga información nutricional y sobre su consumo.

“Pero esas funciones nobles no le dan dinero a la empresa, no son evaluadas por nadie, no generan valores adicionales. Tampoco es motivo de penalización sacar al mercado un producto mal diseñado, porque en las condiciones de escasez que vivimos, todo es necesario.

“No obstante, no podemos cansarnos de exigir a las empresas que trabajen con diseño, porque es mejor para el que consume, para quien produce y porque, además, los recursos con los que trabajan esas empresas son de todos.

“No basta con que el presidente de la República, Miguel Díaz-Canel, hable de diseño y lo apoye. Eso es muy bueno porque una regla de la gestión de esta actividad es el compromiso de la dirección, pero no es la única. Ese paso -el de asumir el diseño en el ciclo de vida de los productos en la Isla- debe ser forzado. Tiene que haber más ejercicio de política y debe ganar más peso la evaluación”.

Ante un entrevistado asido cada tanto a la broma como recurso de comunicación, no queda otro remedio que hacer la última pregunta, muy seria, en el mismo tono de chanza: de aquí a 20 años, cuando de seguro haya que entregarle otro premio de diseño, ¿qué condiciones desearía que tuviera la profesión en Cuba?

-Me gustaría que muchos de nosotros pudiéramos diseñar proyectos que se les encargan hoy a profesionales del exterior, como los hoteles del país. Relacionado con ello, quisiera garantías para la soberanía cubana de diseño. Le tengo temor a que un día nos invadan agencias de farándula, con prestigio y renombre, y puedan desplazar la capacidad y el talento nacional, destruyendo años de esfuerzo.

“También querría que se valorizara más la actividad de formación, pues muchos de quienes nos encontramos enseñando debemos dedicar bastante tiempo al trabajo proyectual, como vía de sostenibilidad económica. Deberíamos contar con más presupuesto para que los expertos nuestros estuvieran presentes en cuanto curso de formación se organizara en las instituciones, pues una de las causas por las que hoy no avanza más el diseño en la sociedad cubana es por desconocimiento.

“Sería muy oportuno que se encontraran las vías de materialización del diseño industrial en la sociedad; hoy estas solo existen, de manera limitada, para el diseño de comunicación visual. Tiene que viabilizarse la creación de grupos, equipos, proyectos y oficinas de diseño como parte de las nuevas formas de gestión. Deben facilitarse además las vías de contratación para el diseño, para todos los diseños, sin más requisito o mediación que pertenecer al Registro Nacional que existe para estos profesionales”.

Nos acercamos al fin del intercambio. Otras urgencias de la casa reclaman al Premio Nacional y los roles de nuestro entrevistado vuelven a difuminarse: el diseñador y el esposo, el padre y el director. Él es todas esas cosas en su oficina del ISDi y en la sala de su hogar, porque el diseño y la familia componen, en iguales proporciones, ambos espacios.

“En el futuro, no aspiro a que nada de lo que haya podido diseñar lleve mi nombre; me basta con que se produzca y la gente lo use. Al mismo tiempo, me reconforta saber que en cada diseñador que he ayudado a formar hay una parte de mí; ellos son mi gran obra”.

Así declara Sergio y calla, con una media sonrisa, mientras mira fijo, con aparente impasibilidad, a quienes lo entrevistamos…sus ojos lo delatan.

Proyectos de diseño de Sergio L. Peña