11 enero, 2021

Nota Editorial Revista Cubana de Diseño La Tiza No. 9

Revista Cubana de Diseño La Tiza


La Tiza
se acerca a sus primeros diez números, a sus primeros cinco años y, justo en el preámbulo de tales acontecimientos, nos colma la gratificante certeza de que buenos ángeles nos acompañan.

Quizás algunos lectores opinen que esta declaración espiritual no se aviene con una publicación que promociona el diseño, actividad prefiguradora del mundo material; pero no existe contradicción en lo que exponemos. Hace falta una espiritualidad rica en valores, anclajes culturales, sensibilidad y empeño innovador; además del conocimiento y la destreza técnica, para detectar los problemas que el diseño puede resolver y aportar soluciones efectivas; no mágicas, sino respetuosas de los diversos requisitos que cada proyecto conlleva.

También, hace falta intención. Cuando la intención no se ha asentado, no se ha convertido en prácticas ordenadas y sistemáticas que formen parte de una cultura, hay que reforzarla. Para demostrar el funcionamiento de la palanca a Arquímides no le bastaba con una barra, necesitaba un punto de apoyo. Así, solo así, podría mover el mundo. Esa intención manifiesta, que sacude por momentos el entramado industrial y de servicios cubano, encontrará un sólido “punto de apoyo” en la Política de Diseño, de la cual en este número hablamos.

Pero hay otras intenciones que se articulan, sin ser premeditadas, y tienen tanta fuerza como una palanca. Es así como un día, a propósito de un notorio premio, el diseñador cubano Ernesto Niebla concedió una entrevista en la que hablaba de su pasión por la letra (el diseño editorial, la tipografía). Unos meses más tarde, el maestro argentino Rubén Fontana, recibía también un importantísimo galardón, e igualmente accedía a conversar con La Tiza sobre su vida dedicada al diseño de alfabetos.

Roberto Chávez, máster en Gestión e Innovación del Diseño, nos había amablemente regalado una síntesis de su tesis sobre figuras y tropos de la retórica en la conceptualización de marcas, y esa recreación de los juegos entre significados y palabras, enseguida se emparentó con el deseo postergado de homenajear a un diseñador poeta muy querido entre sus coetáneos, Marcial Dacal.

Marcialito, como todos le llamaban y recuerdan, creía en la poesía contenida en el acto de “dar nombre y signo”. Son varios los textos que hemos publicado donde su nombre ha emergido invariablemente, asociado a la lírica o la bondad, al trabajo íntegro o la amistad sincera.

La Tiza nunca podrá entrevistarlo, pero gracias a la sección Temas en Perspectiva que presentamos en esta edición, nos acercamos un poco a lo que sería conocerlo. Marcial fue un ser de luz que sus amigos han ayudado a perpetuar y, quizás, no sea muy osado pensar que es uno de esos ángeles que guían nuestras páginas.

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